Para cicatrizar sus heridas y comenzar a estabilizarse en una dinámica de resultados positivos el Valencia CFValencia CF ha vuelto al origen, se ha refugiado en el sentido compacto del bloque y también en los hombres que llevaron al equipo hasta la Champions el curso pasado. Para rehabilitarse el primer paso era reconstruir una zona de seguridad y la primera piedra ya se ha puesto. La catarata de empates -con algún que otro accidente de por medio- deslizaba una dinámica peligrosa y cada tropiezo aumentaba la frustración, los miedos y el sentimiento de desquite.

El caldo de cultivo, después de los 14 primeros partidos de la temporada, era una realidad. Ese cóctel que amenazaba con descarrilar al equipo, sin embargo, ayudó a armar, en cierto modo, el principio de reacción instaurado en Getafe. Mientras los protagonistas buscaban -a la desesperada- todo tipo de soluciones para trastocar el rumbo de colisión, la secuencia que empezó ante el Young Boys en Mestalla y acabó contra el Getafe en el Coliseum Alfonso Pérez escondía un estímulo al que el equipo ha sabido aferrarse. Se trata de los palos.

Para revolucionar a un equipo atascado hay que tocar varias teclas y el cuerpo técnico de Marcelino lleva tiempo ocupado en ello. La mayoría de ellas tienen que ver con lo fundamentalmente táctico, la vertiente física, la estrategia, la disciplina, tener un Guedes o la confianza. Todos ellos son ingredientes necesarios para recobrar el sentido, volver a ganar y que, una vez calibrados, permiten que comiencen a florecer las individualidades. Casi al mismo nivel, como reconocen desde dentro, cotiza la chispa de amor propio que ha encendido en la plantilla la dureza con la que se han empleado los dos últimos rivales.

El Valencia CF es un equipo picado en su orgullo. Y es que entre Young Boys -25- y Getafe -23- suman casi 50 faltas, una cantidad completamente fuera de lo habitual y que suele alcanzarse entre cuatro o cinco partidos. La prueba de ello es que, mientras tanto, el Valencia CF solo hizo 14 y 8 faltas, respectivamente, cifras que sí se enmarcan dentro de una media habitual. Conscientes de la fragilidad que los de Marcelino mostraron en Berna, el Young Boys intentó intimidar en Mestalla a base de golpes pero el de Seoane no es un equipo acostumbrado a pegar y eso desencadenó su versión más violenta. Sanogo fue expulsado por una durísima patada a Coquelin, mientras que Lauper y Ngamelu, entre otros, también hicieron méritos para ello.

El Valencia CF, contra pronóstico, respondió a esa intensidad creciéndose en los duelos -algo que señalaba constantemente Marcelino en cada aparición-, encendiéndose en cada uno contra uno y terminó por arrollar a los suizos. El partido de Champions fue un buen entrenamiento, un simulacro en toda regla de lo que esperaba en el Coliseum y es que los de Bordalás son auténticos especialistas en el arte de la guerra.

Pese a pegar tanto, el Valencia CF fue quien ganó más duelos: 65 por 67. La fórmula se repitió ante el Getafe: 40 por 60. Magullados pero solidarios, aplicados y espoleados por el espíritu de rebeldía latente. Si Bordalás preparó la semana empapelando el vestuario con las declaraciones que hizo Santi Mina al respecto del VAR y la dureza de los suyos, el Valencia CF también tenía sus cuentas pendientes. De Damián Suárez al resto de protagonistas. Las patadas de Getafe y Young Boys, tal como señalan desde el staff técnico, se convirtieron en un factor motivacional de lo más idóneo para lanzar a un grupo de jugdadores dispuestos a dar el máximo para sacar la cabeza de entre tanta mediocridad.

Llegaba el Valencia con algunos hombres al límite como son Gayà, Coquelin, Guedes o Garay. Salvo Kondogbia, que no pudo participar finalmente, todos ellos dieron un paso al frente sabiendo que no estaban al cien por cien. Era el momento de forzar: la situación era límite. El Valencia ha sacado un orgullo de equipo ganador y no se amilana. Debe ser solo el principio.