El tercer tiempo del Real Madrid-Valencia CF puso de manifiesto uno de los síntomas más alarmantes de la situación sobre la que gravita el conjunto de Real MadridValencia CFMarcelino García Toral Eliminado de la Champions tras la derrota en Turín y cada vez más hundido en LaLiga, el equipo cayó en el Bernabéu de forma estrepitosa. La sensación fue distinta a la de otros tropiezos. Fue una derrota de las que hacen daño, más por las formas que por el fondo. Si en anteriores tropiezos se imponía sobre los hechos una interpretación común a todos los protagonistas que, de algún modo, terminaba por dejar en accidente lo ocurrido, la zona mixta radiografió de forma clarísima el estado de intranquilidad del Valencia CF. En lugar de transmitir seguridad, análisis rotundos e uniformidad en el mensaje, el partido contra el Madrid dio pie a reacciones de todo tipo, algunas de ellas contradictorias entre sí. La realidad, en definitiva, se resuelve en dos discursos diametralmente opuestos. De un lado Marcelino y del otro Mateu Alemany; las voces de la plantilla, repartidas y el Valencia, en apuros.

La escena fue más propia de un equipo en descomposición que de un equipo en vías de recuperación. El mensaje del técnico fue de calma total -incluso se permitió el lujo de alabar algunos aspectos del juego en la derrota más sangrante de los suyos- y se resume en estas dos intervenciones: «Hasta la primera ocasión del Real Madrid tuvimos ocasiones para haber empatado. Tuvimos cuatro [dos fueron en fuera de juego] muy claras. Sabemos que hemos hecho un primer tiempo por debajo de lo esperado y un segundo uno muy bueno en el que creo que merecimos empatar. No voy a discutir que el resultado haya sido injusto, pero creo que en muchos minutos fuimos superiores al Real Madrid», por un lado, y «hemos tenido cuatro ocasiones muy claras, estoy orgulloso de mis jugadores», por otro.

En las palabras de Mateu Alemany: «Debemos hacer un gran final de primera vuelta, el objetivo del club es ser cuartos y estamos muy lejos... El partido contra el Sevilla es un partido vital, diría que casi casi definitivo para nuestras aspiraciones porque nos medimos a un rival directo. Tenemos que ganar. El partido contra el Ebro es irrelevante y hay un partido con el Manchester donde no podemos pasar. El Valencia CF-Sevilla quizá una final no es pero es decisivo». El director general lo ve, definitivamente, más oscuro que el asturiano, que siguió punto por punto en la misma argumentación que desde que arrancó la temporada: «Aún no se está escapando el objetivo, se da la circunstancia que se están quedando muchos puntos po el camino es esta liga, que las distancias no son insalvables, hay mucha competición y poca distancia... El partido contra el Sevilla... Decisivo no, porque no hay nada decisivo en la jornada 15 pero es muy importante desde todos los puntos de vista, de puntuación y ánimo».

El concepto de exigencia

Esa disparidad en el puente de mando es grave, en la medida que escenifica públicamente una brecha importante en la forma de analizar y difumina, de puertas hacia adentro y hacia afuera, el concepto de la exigencia. La crudeza de Mateu Alemany sorprendió, solo un mes después de defender punto por punto el relato de Marcelino en su última comparecencia de prensa. Está preocupado. La plantilla, entre tanto, se define entre el compromiso estratégico -o no- de Marcelino y la nitidez del director general. Parejo, en la línea del míster, ha sido criticado por esgrimir un discurso naíf impropio de la sensibilidad que requiere el brazalete. Tras caer ante la Juve, incluso, tuvo que corregir unas declaraciones en las que ponía el foco en el «buen trabajo del equipo» en la Champions y se mostraba ilusionado con la Europa League.

Ese día, con una diferencia de minutos, Gayà llamaba a las cosas por su nombre: «Hoy es un día jodido, la Liga Europa será una competición importante a partir de mañana». El de Pedreguer dice lo que hay, lo que siente y lo que ve todo el mundo. No hay paños calientes, se crece desde la autocrítica y después del partido contra el Espanyol indicó: «La segunda parte no es digna de este equipo». Santi Mina, en esa misma línea, definió la primera parte en el Bernabéu como «cutre». En el vestuario hay dos maneras de asumir la realidad. Marcelino, más cerca de Parejo que de estos últimos, no comulga con que sus futbolistas se desvíen de su discurso.