El partido lleva marcado en el calendario desde hace tiempo. Tras el parón de selecciones, Marcelino, jugadores y club arrancaron este ciclo de competición con el objetivo de llegar lo mejor posible al choque del Sevilla. Pese a la dificultad, el objetivo era pelear la Champions hasta el final y llevar al límite al Real Madrideal Madrid para llegar fuertes en el apartado de la confianza al sábado. El equipo no ha cumplido, pero -por momentos- ha estado cerca, más de lo que parece o quiere reflejar un sector de la crítica. La figura de Marcelino ha sufrido tanto desgaste en estos meses que su discurso no tiene fuerza, no cala. Sin resultados, se ha expuesto en exceso y los nervios han marcado sus defectos. Todo parecen excusas, incluso cuando se defiende con verdades. El Valencia se encontró al mejor Real Madrid de la temporada durante la primera parte del Bernabéu. Después, todo es más difícil sin Rodrigo con Guedes mermado y Kondogbia lejos de su mejor versión. No hay margen. La hoja de ruta en la serie Sevilla, Eibar -en Ipurua- y Huesca contemplaba y contempla un nueve de nueve en puntos. La atmósfera se ha cargado por las palabras de Mateu Alemany y la no coincidencia por la forma con las explicaciones de Marcelino, que tampoco han ido en línea con sus futbolistas. Por eso ha subido la presión. El exceso de voltaje se siente y el equipo está obligado a reciclarlo en positivo.

La Copa del Rey ha pasado a segundo plano. Preocupan el Sevilla, el caso Guedes, el estado físico de Rodrigo cómo llegará Kondogbia y si estará Garay. Marcelino, amante de los números y las estadísticas, tiene motivos para pensar en positivo. La temporada pasada, el técnico asturiano le ganó los dos partidos al Sevilla. Tiene un problema ante los grandes, pero como valencianista tiene un 100% de eficiacia ante los sevillistas, adversarios directos. Al míster le falta dar ese paso, pero esta temporada estuvo cerca de ganar a Atlético de Madrid y Manchester United. Ante el Barça, en Mestalla, resistió con un ejercicio de sacrificio notable. Esa trayectoria en los Valencia-Sevilla ha supuesto una ruptura con su camino anterior. Hasta la temporada pasada, su balance era de dos victorias (una con el Villarreal y otra con el Racing), un empate y diez derrotas. Sólo existe un rival con el que haya perdido más veces: el FC Barcelona, catorce.

El gran reto de la temporada

El Sevilla se le ha atragantado a Marcelino, sobre todo, durante la etapa de Emery. Mbia, Vitolo, Bacca, VitoloBaccaDenis Suárez y Trémoulinas le hicieron mucho daño en la Europa League 2014/15. Por encima de todos, le destrozaron Kevin Gameiro y Vicente Iborra. Es un buen adversario ante el que saldar cuentas, más en la situación actual. Más, con la rivalidad abierta entre clubes, adversarios directos en las últimas temporadas.

El año pasado, dos de los puntos más altos -por juego y rendimiento- se marcaron ante los nervionenses. En la primera vuelta, hubo recital en Mestalla (4-0) en uno de los mejores partidos del curso. Fue un recital de Guedes (doblete y asistencia), Mina, Zaza, Kondogbia y Rodrigo que dejó dos asistencias y en el Pizjuán liquidó a los locales con un doblete (0-2) con pases de lujo de Kondogbia. Es un partido para que muchos de los protagonistas 2017/18 se reencuentren.

El Sevilla de Pablo Machín es cosa seria. La mezcla del entrenador soriano con la entidad hispalense ha resultado un cañón. Su fútbol pleno de vértigo, velocidad y ritmo ha electrizado el ambiente. Tras sus primeros pasos por Numancia y Girona, Machín comanda una plantilla tremenda. Ha recuperado futbolistas como Ben Yedder, Carriço o André Silva y está aprovechando el gran momento de Sarabia. Los precedentes advierten una línea, la tendencia cuando las dos pizarras chocan, pero manda el momento, los futbolistas y los equipos. Marcelino ha podido con Pablo Machín siempre. Tres de tres, contra Girona y Numancia. Ahora la historia es distinta, los dos entrenadores se van a mirar a la cara de igual a igual.