El Valencia CF hizo sentir la diferencia de calidad entre los dos equipos y reflejó buena parte de las limitaciones del Celtic. Los escoceses llegaban al partido en el mejor momento de la temporada, siete de siete en victorias, cero goles en cajados y seis puntos de ventaja en el liderato de la Premiership. El problema es que esa racha la había conseguido ante equipos como St. Mirren, Hamilton Academical, Hibernian o St. Johnstone. Nada que ver con el Valencia CF. El plan de Marcelino. El once sorprendió, pero la presencia de Soler y Wass se justifica por su capacidad para ganar duelos y reducir la sala de máquinas local. La presión sobre la retaguardia y el triángulo defensivo del Celtic reflejaron los falta de calidad para el pase de Simunovic, Boyata y Scott Brown. Ahí empezaó a hacerse fuerte el Valencia CF. El plan salió perfecto.

La importancia de Benkovic (KO para toda la eliminatoria) se hizo evidente en la salida de balón y en la fuerza del eje de la zaga. La baja Tierney pesó en el lateral izquierdo. El Celtic no pudo salir directo porque Brown, Simunovic y Boyata estuvieron ahogados. Tocaron entre ellos, sin profundizar. Christie y McGregor quedaron aislados, desconectados. El segundo dejó un latigazo. El primero duró una hora. Gran trabajo colectivo, mucho mérito. El juego del Celtic está pensado para potenciar el talento de estos dos futbolistas, que no aparecieron. Cuando los escoceses salen en largo también tienen problemas. Para desarrollar esa alternativa Édouard (que no está al 100%) y Rogic (lesionado) son fundamentales. El Valencia devolvió al Celtic a su realidad y le pasó por encima. El equipo de Marcelino resistió los primeros golpes y después apagó su espíritu. Desapareció el Celtic de 2019 y volvió el equipo justito a todos los niveles para Europa. Se vio muy inferior y eso liquidó su autoestima. El Valencia hizo sentir su autoridad en un escenario de tronío.