El Valencia CF está escarmentado de fichajes como el de Batshuayi. En la cúpula de Mestalla han aprendido de los errores propios y han trazado un giro en la política de fichajes que ya comienza a palparse y que se resume en fichar más hambre que nombres, aunque eso implique un cambio de mentalidad. El nuevo prototipo de fichaje está determinado por la ambición, el conocimiento de LaLiga, del club y la condición de futbolista español como valor añadido. Los responsables de la parcela deportiva están decididos a recuperar el perfil del jugador nacional con proyección y talento a bajo precio. Esos puntos, coincidentes en gran medida en los casos de Rubén Sobrino, Roncaglia.

La argumentación que se descuelga desde la cuarta planta de las oficinas de Micer Mascó está reforzada por la realidad económica -está claro que fichar jugadores de bajo coste deja más magen a la hora de afrontar una incorporación de primera magnitud- pero no es un flotador en caso de no entrar en la Champions. La profundidad de la apuesta va más allá de la caja y tiene mucho que ver con la apuesta deportiva y con la visión hacia el medio plazo y se resume en un ejemplo práctico. Si el pasado verano se hubiese atacado el fichaje de Borja Iglesias -tercer máximo goleador de Segunda División la temporada pasada con el Zaragoza- o Raúl de Tomás -dos goles más que este- para reemplazar a Zaza probablemente un sector del entorno valencianista hubiera dudado. Algunos se hubieran escandalizado y ese escepticismo se hubiese dado también dentro del club. Pero eso se ha acabado. Hoy nadie duda de que hubieran sido operaciones de bandera y es que el fichaje de Batshuayi recuerda a los responsables de la parcela deportiva que para fichar bien hay que dejar de lado los complejos. El belga, deslumbrante a la hora de su llegada, no ha dado el rendimiento esperado y cinco meses después de aterrizar en Manises se volvía a subir a un avión rumbo a la Premier. Su falta de integración no es por casualidad.

En el mercado no hay garantías de éxito y sobre el papel cualquier modelo parece bueno -la realidad exige acierto- pero el objetivo, más allá de las expectativas, es aproximarse al máximo a fichar 'certezas' tomando como referencia los perfiles del Doblete. El tejido competivo de aquella plantilla -un recurso constante a la hora de buscar inspiración a lo largo de los últimos años- es la referencia más nítida de movimientos inteligentes de mercado. La cosa va más allá del relato, de invocar el espíritu de Benítez y compañía. En aquel equipo había jugadores como Mista, Curro Torres, Rufete, Marchena, Juan Sánchez, Angulo, Sissoko, Garrido o un Baraja que venía de descender con el Atleti que llegaron como proletarios y se convirtieron en estrellas.

Fichar sin complejos

En el club tienen claro que el equipo está ensamblado, no solo la columna vertebral sino también con jugadores accesorios muy importantes alrededor de ese núcleo. Eso permite ese tipo de apuestas donde encajan Roncaglia, Sobrino, los dos jóvenes y algunos más que irán saliendo a la luz pública. Entienden en el Valencia CF que ese perfil es un plus por la relación idiosincrasia, identidad, inversión, margen de mejora y rendimiento. Fichar a Vallejo o a Sáenz puede suponer en cuestión de meses haber atado al delantero de la Sub-21 o al central del futuro. En este sentido, no hay complejos respecto a la Liga 1|2|3, su nivel competitivo se equipara con algunas ligas europeas y el precio no tiene nada que ver. Segunda ha sido el semillero de jugadores como David Villa, antes de llegar al Zaragoza, o Vicente Rodríguez, en el Levante UD. Al Valencia CF siempre le ha funcionado y ahora no va a suponer ningún inconveniente.