¿Dónde reside el secreto del Valencia CF que ha logrado clasificarse para una final once años después de la ganada en el Calderón en abril de 2008? ¿Cuáles son los estímulos que han hecho reaccionar a un equipo cuyo técnico, Marcelino García Toral, estuvo en la cuerda floja a principios de año? En la Liga aún queda un camino de 13 jornadas por recorrer, a la caza de la cuarta plaza, mientras se vaya aproximando la cita del 25 de mayo en Sevilla con la esperanza también de verse las instancias finales en la Europa League. El valencianismo, sin embargo, disfruta hoy de una alegría que nació en los adentros de su propia esencia. La grada.

La profesionalidad de los jugadores, la insistencia en el trabajo de Marcelino, la apuesta de Mateu Alemany, hasta la paciencia de Peter Lim... Cada uno de los factores confluyeron en el renacer del Valencia, aunque el estímulo que lo sacudió todo fueron los cánticos unánimes del estadio después de golear al Villarreal (3-0) el pasado 26 de enero, justo en la víspera de la vuelta copera frente al Getafe. «¡Mestalla quiere la Copa, quiere la Copa!». El 'grito de guerra' volvió a retumbar el jueves tanto en el fragor del duelo con el Betis como en las celebraciones posteriores. Los futbolistas, en armonía con el público, captaron antes que nadie el mensaje.

Hasta el 29 de septiembre en San Sebastián los blanquinegros no pudieron estrenar el casillero de victorias en el curso del Centenario. La trayectoria continuó torcida y el empate en Suiza con el Young Boys, aparte de costar la continuidad en la Champions, abrió la crisis de lleno. Alemany defendió por primera vez en público al entrenador. «Los proyectos no se desmontan en dos meses», contestó el director general, convencido de que el equipo levantaría el vuelo. Marcelino achacaba los malos resultados al desatino de su ataque, un discurso sobre el que incidió después de que el Girona se llevase los tres puntos de València en una exhibición del portero marroquí Bounou.

La sobredosis de empates -ya son 18 en total en 41 partidos oficiales- amortiguaba las consecuencias, pero aumentaba las distancias con el Sevilla, poseedor la mayoría de jornadas de la última posición que garantizará un lugar en la Champions 2020. El Valencia cambió de año en un momento muy delicado, días en los que el querer del equipo y la atmósfera creada en Mestalla en la remontada in extremis ante el Huesca, que mereció mejor suerte, fueron las únicas noticias positivas. La derrotas en Gijón -ida de los octavos de Copa- y Vitoria llevaron la crisis al límite y, como informó SUPER, Marcelino encaró la serie de partidos de Liga frente a Valladolid, Celta y Villarreal con el ultimátum de tener que hacer al menos siete puntos de nueve. Y lo logró, pese a empezar con un empate en casa con los pucelanos. Fue un empate inmerecido. Sólo una mezcla de infortunio y desacierto evitaron el triunfo. Los gestos cuentan y ese día el capitán, Dani Parejo, se abrazó al entrenador segundos después de celebrar, desatado, el gol inicial. En la zona mixta el '10', Rodrigo, Gayà y RodrigoGayàSanti Mina

El 15 de enero, tras media parte dubitativa, Ferran Torres se liberó... y con él a todo el equipo para voltear la eliminatoria contra el Sporting. Unos días más tarde el joven de Foios lideró en Balaídos la consecución de tres puntos esenciales, empatando primero a los 71 minutos con un golazo con el exterior de la bota. La secuencia siguió con la visita al Coliseum para la ida de los cuartos de final de Copa. El Valencia cayó ante el Getafe de Bordalás, que había apostado por un once plagado de titulares, a diferencia de Marcelino, que tiró de rotaciones en consecuencia con el orden de importancia marcado por Alemany el 10 de enero. «En diciembre lo evaluamos y sumadas las lesiones a la clasificación en la Liga damos prioridad absoluta a la Liga. No vamos a tirar la Copa, pero nos sirve para rotaciones y para los jóvenes».

No obstante, la respuesta del entrenador del Getafe tras el 1-0 del primer asalto, bordeando lo personal con Marcelino, las provocaciones sobre el campo de Damián o Mata y el cruce de declaraciones caldearon los ánimos y cambiaron el 'chip' en el interior del vestuario. Mestalla dio la orden el día del derbi con el Villarreal, pidiendo la Copa, y la vuelta frente al rival azulón se convirtió en una auténtica final. El hat-trick de Rodrigo, con dos goles en los minutos 92 y 93, reforzaron más aún la comunión con la afición, desbordándose los niveles de ilusión por el título, y favorecieron la autoestima de la plantilla. Una realidad que pudo comprobarse en el Camp Nou, donde el Valencia neutralizó al Barça (2-2), el otro finalista el 25 de mayo.

En el último mes y medio la confianza al alza dentro del grupo ha repercutido en las aportaciones positivas de fichajes como Piccini, Gameiro o Cheryshev. Asimismo, la salida de Batshuayi el 31 de enero reordenó un vestuario en el que han aflorado los liderazgos de los capitanes -Parejo, Gayà o Rodrigo- en esa reunión de causas que dan con el Valencia en la final de Copa.