Cisco Fran comenzó a acariciar las cuerdas de su guitarra y brotó la dulce melodía de una canción que conmemora el partido en el que el Valencia CF. «En Sarriá los corazones se pararon hasta saber que la liga es nuestra ya» dice la letra que evoca aquel 18 de abril. Mucho tiempo después, concretamente 48 años pero esta vez en Mestalla, los corazones se volvieron a parar.

Se pararon en la acera frente a la tribuna del viejo estadio valencianista donde cerca de cien aficionados se dieron cita para recordar un gol que, por fin, va camino de ser eterno. Lo marcó Forment frente al Celta de Vigo y con él el Valencia CF sumaba dos puntos que le permitían acariciar la Liga. Cuentan que Mestalla rugió como pocas veces lo ha hecho porque aquella tarde de domingo cerca de 60.000 aficionados abarrotaron el estadio ya que fue imposible evitar que la general de pie, que entonces ocupaba los fondos sobre Sillas Gol y la parte superior de la grada numerada, tuviera más aforo del permitido.

Y a modo del viejo e inmortal rugido de Mestalla y porque ya lo manda la tradición que el colectivo Últimes Vesprades A Mestalla ha recogido de Rafa Lahuerta, se disparó una traca en Mestalla que conmemora aquel remate de cabeza de Forment, aquel salto silencioso en el primer palo que terminó en el fondo de la red y desató una de esas tormentas de pólvora que solo entiende quien las espera como si hubiese nacido para ello, como si no tuviera en la vida otro propósito que cantar los goles del Valencia CF. Años después, el propio Forment narraba su hazaña para Canal 9 y contaba que nadie estaba pendiente de él en aquel minuto 92 porque Sol y Barrachina subieron a rematar y ellos eran más altos: «Açò va ser Troya, la gent se va tirar al camp, almohadilles, mosatros plorant... mai en la vida se habia vist això».

Y con el silencio que precede al fuego final, los valencianistas presentes se apretaron juntos y de manera espontánea arroparon al gran protagonista, Forment, para aplaudirle porque sí y porque sí, porque siempre sobran los motivos para rendir un modesto tributo que lleva en su germen la misma esencia de reconocimiento cariñoso en el que se encuentra inmerso el valencianismo desde que el pasado 18 de marzo apareció Mario Kempes con la bandera del Valencia CF por las calles de la ciudad camino de la plaza del ayuntamiento, donde todo empieza.

Como mero espectador uno no puede más que maravillarse ante el cariño con el que los nietos y sobrinos contemplaban excitados que toda aquella gente estaba allí un jueves cerca de las nueve de la noche solo para aplaudir al abuelo y al tío. Y no puede más que rendirse ante la pasión con que Gerardo Forment enseñaba todos los recortes de prensa que sobre las gestas de su hermano José Vicente ha coleccionado durante años a la espera de poder mostrarlas para que jamás caigan en el olvido. Recordadnos...

Pasado el pequeño tumulto me acerqué a Rafa, el aficionado de a pie que hace un año disparó la primera traca que conmemora el gol de Forment y le dije, «¿pero qué has liado?». Yo no he liado nada Carlos, es el Valencia CF.