El Valencia CF Nunca en cien años de murciélago en el pecho ha disputado dos finales la misma temporada y paradójicamente en un año que comenzó del revés, rozó lo paranormal con una catarata de empates difícil de explicar y que todavía a día de hoy a falta de ponerle el broche definitivo resulta arriesgado aventurarse a descifrarla, puede acabar sucediendo. «Quedan seis finales, a lo mejor siete», les decía Marcelino a sus futbolistas el pasado martes en una charla en Paterna. El asturiano pasó de reprimendas tras el tropiezo ante el Eibar en Mestalla como pasó de polémicas cuando las tuvo tiesas con Rodrigo en Vila-Real porque es el momento de mirar hacia adelante y aparcar todo lo que no sea apurar cualquier probabilidad de tocar metal. Hay que echar el resto. De puertas hacia adentro la determinación es total. Es el momento del todo o nada y aquí ya no hay término medio. El Valencia CF voló el miércoles rumbo a Londres con la voluntad y la ambición de trascender, de volver a dominar en Europa y de recuperar la capacidad de intimidación de principio de siglo.

Garay, Gabriel Paulista, Gameiro, Parejo o Rodrigo soñaban con partidos como este cuando eran niños y Bakú no está tan lejos como dicen los mapas. Marcelino ve una eliminatoria cincuenta-cincuenta, a 180 minutos y con la confianza de que el Valencia CF tiene argumentos para plantar cara y resolverla aun tomando la referencia del mejor Arsenal, el que descarriló al Napoli y no el de las tres últimos partidos en la Premier League. No está Coquelin -sancionado- ni tampoco Kondogbia -lesionado-, con el boquete que escarba la ausencia del mediocampista de contención en un Valencia CF que buscará el equilibrio para contrarrestar las transiciones de un equipo, el de Emery, que genera superioridad numérica en el centro del campo, con mucho fuelle y preparado para correr, con Özil como lanzador y con Lacazette y Aubameyang saliendo como flechas. Está por ver qué tiene preparado Marcelino, cuál será su propuesta táctica -si virará hacia el 3-5-2, una medida quizá más pertinente que nunca en la temporada- pero el Valencia CF, seguro, cuenta con el contrapeso de más de 800 aficionados en las gradas del Emirates Stadium para frenar a quien haga falta. No se puede fallar, en juego está jugar una final y las finales son necesarias. Son necesarias por mil motivos que van incluso más allá de lo que supone el palmarés y los ingresos. Son necesarias por sacudir por primera vez a los más pequeños, por reconciliar a los más veteranos, por alimentar y reforzar el sentimiento de una afición a la que le van las emociones fuertes.

Sin complejos y sin miedos

La del Valencia CF es una plantilla llena de cuentas pendientes, de derrotas en semifinales como la de la Europa League de 2014 ante Emery o la del Barça en la temporada pasada pero el triunfo ante el Betis en la Copa expulsa complejos, quita miedos y insufla confianza; un impulso para creer y pelear para conquistar el título que les falta a muchos, comenzando por la línea de jugadores jóvenes del equipo, siguiendo por Parejo y llegando a Rodrigo y Garay, que perdieron dos finales de la competición con el Benfica. El primer paso, el de llegar hasta la semifinal, ya lo han conseguido estos mismos protagonistas y ahora se les exige volver a estar a la altura de las circunstancias en uno de los retos más grandes que se le recuerdan al equipo desde la llegada de Marcelino hace dos veranos. El Arsenal le va a dar al Valencia CF la medida de muchas cosas a presente y también a futuro. A por otra final.