«Jo vull guanyar un títol, estic convençut de que van a canviar les coses. Clar que podem. ¿Com que no? Som el Valencia CF». Las reflexiones de Jaume Domènech a sus allegados en el verano previo a la llegada de Marcelino destilaban pura convicción. El Gat d'Almenara imagina ser campeón desde que sonaba a locura. Siempre ha soñado en grande y simboliza la esencia del murciélago. Caer, levantarse, creer y vibrar con cada parada. Lo suyo, todo, es a fuerza de determinación. Mientras la mayoría de sus actuales compañeros ya eran internacionales con las inferiores él se enfrentaba a equipos como el Traiguera, Benicàssim, Benicarló, Oropesa o Burriana en Regional Preferente. Los campos eran de tierra y, por supuesto, no había ni autógrafos, ni espónsors ni flashes. Los titulares eran tal que así: 'El Almazora pierde tres puntos ante el Almenara en un encuentro aburrido'. Literal. Pocos imaginaban que llegaría a la élite. Solo él, en su cabeza, veía que eso tenía recorrido. Cada obstáculo es una motivación, está acostumbrado a agrandarse ante la dificultad. Los que preparaban un juicio sumarísimo para la vuelta de semifinales ante el Betis olvidaban que el día que sus padres le prohibieron jugar de portero por llegar con las palmas ensangrentadas -de tirarse en el parque que hay junto a la casa en la que vivió hasta los catorce- 'robó' unos guantes de ciclista de su padre. En su manera de ver las cosas nada se compara a cuando alguien le da por muerto. El «guerrero eterno», como le dicen los suyos, fue el mejor con cinco paradas en la noche en la que todos los focos eran para él en Mestalla. Esta es su Copa del Rey.

Jaume sabe lo que vale un peine. Siendo niño le daba de comer al ganado -vacas y toros- y hasta 2012, un año antes de fichar por el Mestalla, entrenaba a un equipo de la escuela del Almenara. Tras salir de la cantera del Villarral, donde no lo valoraron, bajó al barro en El Palo (Málaga) y de ahí salió impulsado hacia arriba. Le ganó el pulso a Yeray en el filial. Le ganó el pulso a Yoel y le ganó el pulso a Ryan. La noche de la remontada al Basilea, todavía siendo jugador del filial, estuvo en el balcón y presenció una fiesta con la afición que le quedó marcada para siempre. «Ojalá vivir esto algún día», se repetía. ¿Cuántos hubieran apostado a que sería el portero del Valencia CF en las noches mágicas? El destino le tenía reservados capítulos como el del Getafe o el del Betis. Venir de abajo le ha ayudado a forjar un carácter a prueba de casi todo. Hoy es uno de los capitanes de un Valencia CF de Champions que si ha conseguido sus objetivos ha sido gracias a su contribución, dentro y fuera del terreno de juego. El papel de Jaume es clave. Es quien cose el vestuario por dentro. El que apaga los fuegos, el que encarrila al que se sale del redil, el que habla en representación de la plantilla, el que marca la raya de la exigencia en el día a día y el que está dispuesto a hacer lo que sea necesario por el bien del colectivo.

Marcelino lo ha tenido claro y aunque ello haya implicado sacar a Neto -tras una gran temporada- de la fotografía en el momento más dulce, ha apostado por Jaume. Sabe lo que hace. El 'Gat' estuvo a la altura ante el Alavés y sostuvo al equipo en Valladolid. La clasificación para la Champions también es suya y la casa de estadísticas Whoscored lo incluye como el mejor portero de LaLiga El '1' llega reforzado a la gran final. De La Corona al Villamarín... «Jo vull guanyar un títol».