"La semana de la final trabajamos como nunca". La frase sale de la boca de un futbolista con peso en el vestuario del Valencia CF y sirve para relatar cómo preparó el equipo el partido contra el Barça. No fue una semana cualquiera. Marcelino, convencido de que sus futbolistas llegaban con la motivación adecuada -por si acaso preparó un vídeo con una voz en off en los prolegómenos que resultó ser la inyección de moral definitiva-, la afrontó obsesionado con la idea de que la tensión de la final y los nervios no podían afectar lo más mínimo a sus jugadores pese a contar con el handicap de tener menos experiencia en esta clase de partidos que el Barça. La diferencia, en este sentido, es brutal y para lograrlo intentó automatizar al máximo los mecanismos tácticos del equipo; intentando que los suyos jugaran de memoria sin que el esquema se desdibujase ni un solo segundo. Cualquier brecha, cualquier fuga, cualquier desajuste, puede ser castigado por Messi -uno de los jugadores más dañinos en ataque de todo el planeta- y compañía. Por eso el trabajo de la semana fue fundamentalmente táctico, más que físico o psicológico. Cada entrenamiento la misma tónica: los jugadores repetían constantemente cada ejercicio. Una vez y otra y otra y otra y otra. "Repetimos, repetimos, repetimos", decía el míster.

No es ninguna novedad que Marcelino divida el terreno de juego en distintos rectángulos ni que trabaje con insistencia, pero el asturiano ha mostrado su versión más exigente y reiterativa en los días previos al encuentro en el Villamarín. En la plantilla relatan que es la semana en la que más se ha trabajado en mucho tiempo. La Copa se ganó en Paterna. Y es que salió bien, todo ese trabajo se reflejó en Sevilla en términos de seguridad y convicción. El equipo no se partió, nunca se descosió -ni siquiera en los momentos más difíciles-, le negó todos los caminos al rival y resistió todas y cada una de las embestidas, agazapados para luego salir disparados como un leopardo en dirección a la meta defendida por Cillessen. A Marcelino le hubiera gustado jugar el partido en bloque bajo y sufrir lo menos posible pero eso no fue posible. El encuentro se jugó en un 48% en el tercio valencianista con un marcado protagonismo azulgrana -808 pases por 236 del Valencia CF- por lo que había que estar preparados para resistir. El balance defensivo fue perfecto, los jugadores se multiplicaron en las ayudas con movimientos precisos, cortando líneas de pase, tapando cualquier posibilidad de disparo y evitando situaciones de peligro. Hasta 26 tiros tuvo el Barça por tan solo un gol, es decir, solo un 3% de acierto. Eficacia defensiva, recuperación y salida rápida. Con esa receta el Valencia CF tumbó al gigante. Semedo, Coutinho, Messi y compañía lo pasaron mal con el conjunto de Marcelino, especialmente aplicado en los marcajes, la coordinación y con reacciones muy rápidas. Gabriel Paulista dejó diez despejes, Garay siete... Pero Rodrigo, punta de lanza del equipo, hizo cinco.

El Liverpool mostró el camino

El Liverpool enseñó el camino al Valencia CF en la eliminatoria de Champions y es que los de Klopp le hicieron muchísimo daño al Barça por fuera, en aquella ocasión fue Sergi Roberto en lugar de Semedo -quien jugó en Sevilla- quien ocupó el costado derecho, pero el escenario táctico fue el mismo. El primer gol es una prueba de ello: balón a la espalda de un central a la zona del luso y en dos toques a la red. Marcelino salió dispuesto a perforar con Guedes y Soler, que terminó de rematar a Jordi Alba con su carrera tras su desastroso partido en Anfield, del que ya salió señalado.