El Valencia CF tiene una ventaja sobre el resto de proyectos que parten de cero. Es un equipo hecho y trabajado, tiene una base construida de dos años, unas señas de identidad definidas, sabe a lo que juega casi de memoria y destila personalidad y fiabilidad a raudales bajo el sello reconocible de Marcelino García Toral. Parecía que no había pasado el tiempo desde la final del Benito Villamarín y la puesta en escena del equipo en Mestalla contra el Inter de Milan. El mismo once titular, el mismo gen competitivo y la seguridad de que el equipo está más que preparado para el debut oficial de Liga del próximo sábado en Mestalla. Desborda seguridad, confianza, ideas claras y hambre por seguir conquistando cosas importantes para la entidad. Compite y convence. Si fuera la Real Sociedad estaría preocupado.

La salida del equipo fue arrolladora con un Carlos Soler dispuesto a demostrar que es el jefe de la banda derecha de la que tanto se está hablando este verano. A más de uno le vino a la cabeza aquella carrera inolvidable a Jordi Alba en Sevilla. Desbordó por fuera con potencia, se atrevió a regatear, ayudó por dentro, llegó arriba con más decisión que nunca y, como le gusta a Marcelino, finalizó jugadas. El tercero de sus remates acabó en gol con una plancha de cabeza al corazón del área después de una maniobra espectacular de Gonçalo Guedes. Se acerca la competición y al mismo tiempo la versión del portugués. Dedicado a los impacientes. Recorte con la izquierda y asistencia con la derecha. Un placer para la vista y la enésima confirmación de que las dos bandas son un cañón. Las mismas buenas sensaciones dejó un Kevin Gameiro al que ya no le hace falta ni mirar a sus compañeros para saber dónde se la van a poner. El francés está fino con el balón y tiene una chispa y velocidad de movimientos que le convierten en titular por delante de Maxi Gómez. Los primeros 45 minutos con el once del Villamarín fueron para ilusionarse y mucho.

Marcelino movió el banquillo en el descanso con el debut en Mestalla de Cillessen y la entrada de Geoffrey Kondogbia y Cristiano Piccini. Diferentes jugadores, misma estructura, mismo rendimiento. Nada cambió cuando saltaron al campo otros jugadores. No hay mejor señal posible del estado de coción de este equipo que defendió en bloque, presionó alto por momentos, robó y salió en transiciones rápidas con una convicción que asusta. El control y nunca mejor dicho lo sigue poniendo Parejo. Dani bajó un balón del cielo imposible que levantó los aplausos y los gestos de admiración de la grada. Su autoridad dentro y fuera del campo va a más. El ritmo del partido bajó con el carrusel de cambios de los últimos veinte minutos. Aún así, Cillesen se estrenó con sus primeras paradas de su era Mestalla y Maxi Gómez debutó dejando claro que está en plena adaptación a los automatismos de Marcelino. No es fácil. Parece imposible llegar y entrar directo a esta máquina perfectamente engrasada que es ahora mismo el Valencia. El Inter arañó el empate después de un penalti con pérdida de Kang In, mala defensa de la contra italiana y falta evitable de Paulista. Politano lo aprovechó y Marcelino entró en cólera. No le gusta regalar goles ni siquiera en un amistoso. Cheryshev tuvo el gol de la victoria en un mano a mano con Handanovic, pero De Vrij la sacó en la misma línea de gol. Una lástima. El Valencia merecía ganar.

El Trofeo Naranja se resolvió en una tanda de penaltis interminable con goles de Kang In, Ferran Torres, Cheryshev, Maxi Gómez, Parejo y Kondogbia. Garay, después de un partido casi perfecto, falló el suyo. Gagliardini, Vecino, Dimarco, Esposito, Longo, Asamoah y Bastoni marcaron para el Inter.