El éxito tuvo que ver con la energía incondicional de la afición, con el compromiso del vestuario, con la continuidad de Marcelino y con el envite de Mateu Alemany. Todo forma parte del mismo circuito. Es difícil calibrar la trascendencia de los protagonistas y de los momentos, pero si hubiera que marcar el partido en el que la temporada 2018/19 consagró el giro definitivo rumbo a la cuarta plaza en LaLiga, sería el Celta-Valencia; sábado 19 de enero, primera jornada de la segunda vuelta, 1-2 en el marcador de Balaídos. Aquella apasionante remontada impulsó la convincción competitiva del equipo y propulsó su espíritu hasta el final. El triunfo dejó imágenes sobrecogedoras desde el punto de vista futbolístico y emocional, ofreció una barbaridad de gestos. La mayoría todavía tienen vida en la memoria del valencianista. Fue la noche de los abrazos, una bacanal de épica fundamental para asegurar el carácter del grupo y proteger el -incierto- relato que sostenía a Marcelino como entrenador. Todo estaba en duda, todo. Unos días antes, el míster había jugado otro partido importante en Singapur. La derrota hubiera levantado todavía más el precipicio, pese a la defensa de Mateu. El estrujón Rodrigo-Marcelino, después de hacer el segundo gol, no fue casualidad: había que elevar el valor de la fotografía al máximo.

Ocho meses después, el Valencia CF vuelve al escenario donde puso la primera piedra camino de una histórica primavera. Cuatro victorias, 11 empates y cuatro derrotas durante la primera vuelta. Once victorias, cinco empates y tres derrotas, contando el arrebato ante el Celta, más unas semifinales de Europa League y una final de Copa del Rey conquistada ante el Barça de Messi. El punto de inflexión no admite debate. En Balaídos germinó un equipo campeón... el mismo que ahora corre el riesgo de fracturarse por una crisis de gobierno desconsoladora y una maniobra de mercado que puede llevar a Rodrigo al Atlético a trece días del cierre de la ventana. Adiós al hombre del abrazo y adiós a la pieza que articula la delantera de forma diferencial.

«La inestabilidad perjudica»

El Valencia alcanzó méritos suficientes para sumar los tres puntos ante la Real, pero cometió los mismos errores que enredaron su arranque la temporada 18/19. «Perdonamos acciones evidentes, faltó continuidad en el juego y cometimos un penalti absurdo», subrayó Marcelino. Sin Parejo, el míster reivindicó a Rafinha y acentuó el impacto de lo vivido en las últimas semanas: «La tranquilidad en un proyecto influye en el juego y en el resultado, la inestabilidad perjudica, hemos tenido una pretemporada movidita, pero no quiero decir, en ningún caso, que eso sea excusa». Un mal resultado en Balaídos complicaría el ambiente. La situación no tiene nada que ver con la del pasado enero, pero conviene recuperar aquella determinación sin fisuras y una pizca del espíritu. Ante el Celta es básico alejarse del ruido, centrarse en el juego y despejar las dudas.