Sin margen, Celades apostó por mantener la estructura y la idea de juego de Marcelino. La intención no cuajó, aunque respondiera a la lógica. El problema para Celades es que no es Marcelino. Se hizo evidente en el Camp Nou -como también era lógico- y en la Ciudad Deportiva. Paterna es la gran cuestión. El míster asturiano es alfa en los entrenamientos y el nuevo técnico ejerce desde otro tipo de liderazgo. Ni mejor ni peor, distinto. La gran cuestión, cuando prescindes de un técnico como Marcelino es todo lo que arrastra: exigencia en el día a día, autoridad y número de ayudantes. Peter Lim y sus consejeros no han medido la proporción del cambio, no tanto por Celades como por la sombra de su antecesor y su dimensión. Todo eso lo van a notar y lo han notado los futbolistas, también los aficionados. Celades tiene que por delante una obra de ingeniería en el vestuario; tiene que vencer -primero- para convencer y tiene que hacer que su discurso cale en un contexto ultra complejo. Sin prisa pero sin pausa, debe introducir su marca y tomar decisiones. Lo peor es quedarse a mitad de camino. La plantilla está hecha a imagen y semejanza del inquilino anterior del banquillo, pero hay margen y elementos adaptables. Celades puede romper con las viejas estructuras y activar la competencia donde estaba muerta. Ese es el camino, aunque el próximo adversario tampoco sea fácil para ganar crédito.

Celades está obligado a tomar -buenas- decisiones y a demostrar que es un líder. Maxi tiene cosas que ofrecer, Cheryshev puede ser titular, Guedes puede jugar en punta, puede poner tres centrocampistas... La expectativa de cambio le favorece. Puede hacer suya las ganas de ver a Ferran y juntarlo con Kang In, de mediapunta. Hay futbolistas que no pueden dar un paso atrás y otros que están deseando dar un paso al frente. Por lo demás, poca historia. El equipo entró blando, conectó carreras veinte minutos y se vino abajo tras el error de Cillessen en el 3-1. Lo demás es difícil de analizar.