Albert Celades prefiere dejar el protagonismo a los futbolistas. Lo ha repetido siempre: su misión es ofrecer soluciones, ayudar a mejorar. El objetivo se mezcló de forma ideal con su estilo de liderazgo discreto en el Metropolitano. En casa del Atlético, el AtléticoValencia CF. Hasta el punto de llevar al límite a Simeone. No es fácil y se vio en sala de prensa. Hubo dos partes diferencias y se sintió un cambio tras el descanso que tiene que ver con los retoques tácticos del entrenador en el vestuario.

Celades sólo concede importancia a lo que piensan sus futbolistas. El vestuario es su termómetro. Su popularidad es lo de menos. La crítica va en el cargo y el trabajo es su prioridad. El Valencia CF está mostrando nuevos registros y ha competido en campos importantes, pero el técnico vive al día. En Lille se juega una vida, lo mismo sucederá en El Sadar. En el Metropolitano terminó satisfecho, en líneas generales, sobre todo, por la fe convertida en fútbol. El domingo, no hubo descanso, Celades estuvo metido en la ciudad deportiva de Paterna trabajando, puliendo para mejorar, en todo. La Champions vuelve a exigir al máximo.

La charla al descanso fue importante. Para algunos magistral. Fueron tres o cuatro toques de pizarra. No fue un discurso grandilocuente, pero llegó y dio resultados, cambió la dinámica, tímida, marcada por la tensión y el miedo a fallar. Le preocupaba Thomas y los jugadores redujeron al máximo a un centrocampista determinante. Fue uno de los cambios del Cholo. El trabajo colectivo sirvió para secar a Joao Félix y para dejar al aire la espalda de Giménez. La acción y la intención fueron valencianistas en el segundo acto. Los cambios mejoraron al equipo: primero la entrada de Gameiro por Kondogbia ofreció dos referencias para intimidar y liberó a Maxi, Parejo volvió a jugar cerca de la base y el fútbol empezó a fluir. Después metió a Soler, otro socio más. Oblak salvó el 1-2.