Desde la distancia, Rubi estaba rodando cerca del ideal en el Espanyol: con el modelo asimilado, con una crisis superada, con jóvenes de la casa asentados, con los futbolistas adecuados, con el impulso más la inercia positiva de la clasificación para la Europa League. Pese a todo, decidió cambiar Barcelona por Sevilla. Desde la distancia, fue una sorpresa. El Betis, claro, ponía a su disposición más talento, mejoraba su estatus e iba a pasar de los conflictos de la zona media a soñar con la Champions. También le sometía a la presión de un nuevo entorno, a la incertidumbre de un nuevo vestuario, a la sombra de Quique Setién y a una pila de dudas heredadas no resueltas.

Unos meses después, Rubi es más funambulista que entrenador. El Valencia marca un punto de inflexión. Para mal, habrá despido. Si no gana será difícil que resista en el cargo. Sobre todo, porque la información se disparó en un sentido hace tiempo: el Betis tiene recambio o recambios, entre ellos, Setién. Para bien, ganará tiempo, como sucedió tras superar al Celta. Luego empató en el Bernabéu, pero la derrota ante el Sevilla, en el Villamarín, le ha devuelto al alambre.

¿Qué Betis se van a encontrar?

Celades ha advertido de la categoría individual del rival; espera un choque exigente. La plantilla verdiblanca perdió a Lo Celso en agosto, básico en la zona de creación-finalización, o Júnior Firpo, pero sumó a Fekir, Juanmi, Pedraza, Álex Moreno o Borja Inglesias, figura de referencia en su Espanyol, metáfora del cambio en muchos sentidos. El Betis desplumó al equipo que le había superado en la clasificación llevándose al arquitecto y al hombre gol. Una exhibición de poderío que disparó las expectativas. La emoción eclipsó dos cuestiones esenciales: carencias no solucionadas en el mercado, y perfiles inadecuados, faltan futbolistas específicos en posiciones estratégicas. Por ejemplo, en el centro del campo. Rubi no tiene un Marc Roca, la lesión de William Carvalho (muy discutido) ha dejado la zona huérfana de un pivote, Javi García no agarra y la irregularidad de dos pilares como Guardado o Canales -clave para ordenar los tiempos- ha pronunciado la sensación de falta de mando en la medular. Bartra ha tenido que jugar de mediocentro, una decisión con perjuicio doble porque no ha sido solución para la sala de máquinas y ha empeorado la defensa, sobre todo, en fase de salida. La presión alta les hace mucho daño. La retaguardia ya era el talón de Aquiles en la etapa de Quique Setién y lo vuelve a ser ahora, sobre todo, por momento de forma.

Todo parte de los problemas en la medular. El Betis tiene pegada con Fekir, Borja Iglesias y Loren Morón (ocho goles e hiperactivo), pero no fluye en ataque. Rubi ha dibujado media docena de sistemas en trece jornadas. En el Derbi se vio un Betis presionante, con la voluntad de recuperar y manejar el balón, pero a poco que el Sevilla subió el ritmo con balón y la agresividad, los locales se diluyeron. Es cuestión de hacer sentir la autoridad, aunque el Valencia tampoco tenga un contexto fácil: los Dani, Parejo y Wass van a estar en el foco. La tensión se siente. Siempre se habla del doble filo de Mestalla, lo mismo se respira en el Benito Villamarín, como sucede en todos los campos grandes. Toca ser inteligentes, jugar con los nervios también.