Albert Celades se ha convertido en el líder silencioso del Valencia. El técnico comenzó ganándose el respeto de los jugadores y ha acabado por conquistar el cariño y el afecto de todos ellos. El vestuario respeta al catalán como entrenador y como persona. No solo ha conectado deportivamente por sus ideas, sus decisiones y su forma de ver el fútbol.También ha conseguido empatizar con el grupo por su humildad, su carácter afable, su tranquilidad, su naturalidad a la hora de afrontar problemas y ese don innato que le ha dado la naturaleza para gestionar un vestuario roto a nivel emocional por la destitución de Marcelino García Toral. Es sencillo, accesible y flexible. Agrada. Solo hay que ver los gestos de los jugadores en las celebraciones del Johan Cruyff Arena para darse cuenta de que Celades ha calado en la plantilla a todos los niveles. El abrazo de Dani Parejo, el beso de José Luis Gayà, el achuchón de Jaume Domènech... Todos los jugadores lo buscaron en medio de la locura en Ámsterdam. Todos quisieron compartir con él la felicidad de haber hecho historia clasificándose para los octavos de final de la Champions League. Celades es uno más de la «familia» y eso es algo que parecía imposible hace unos meses. Ni Chelsea ni Ajax. Haberse convertido en más que un entrenador para los jugadores en solo tres meses es su gran victoria y el vestuario lo celebra. Así son más fuertes.

Celades no pudo contener la emoción al final del partido. Sus ojos estaban llorosos de alegría y así, casi entre lágrimas, atendió a los medios de comunicación. Su cabeza rebobinó tres meses. Sus primeros pasos en el Valencia no fueron fáciles. «Hubo muchas críticas tras mi nombramiento, pero yo lo único que podía hacer era trabajar. No guardo rencor a nadie». Para los jugadores también fue muy difícil no ver a Celades como un extraño. Era inevitable pensar que llegaba un entrenador que estaba verde, que nada tenía que ver con su 'jefe' y que despertaba los viejos fantasmas de Gary Neville, Pako Ayestarán y compañía. Aquel 11 de septiembre en pleno incendio Albert pisó por primera vez el vestuario pidiendo la ayuda de todos para salir adelante. Algunos lo entendieron como un síntoma de debilidad. El tiempo ha demostrado que no era así. Celades no entiende de egos ni de ostentación. Es todo lo contrario, El catalán ha conseguido llegar a los futbolistas más allá de lo futbolístico con palabras y sobre todo hechos. El primero fue dar espacio a los jugadores tras la traumática salida de Marcelino. La herida debía cicatrizar sola. Sabía que cualquier ingerencia podía jugar en su contra. Lo segundo fue ceder todo el protagonismo a los jugadores. Los elogios a la plantilla se han convertido en una tónica habitual en todas sus ruedas de prensa. El martes no fue una excepción. «Mis jugadores son la leche. Mi suerte es la de trabajar con un grupo increíble, no me quito mérito, pero los jugadores son lo más importante». Los elogia en las victorias y los defiende en las derrotas. Como la del Betis. El equipo se siente protegido y respaldado por el técnico. Celades, por ejemplo, se puso al lado de sus jugadores para frenar el despido de un readaptador de confianza de la plantilla y apartar del primer equipo al nuevo responsable médico. El técnico se ha ganado el aprecio de sus jugadores. El respeto lo hizo mucho antes a nivel futbolístico a base de meritocracia y decisiones justas que engancharon a los 24 jugadores de la plantilla. Hasta Manu Vallejo y Rubén Sobrino que eran los últimos de la fila con Marcelino se han sentido importantes.

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Celades desde muy pronto se quitó el sambenito de entrenador al servicio del dueño sentando a Gonçalo Guedes o dejando Gonçalo GuedesThierry Correia Además, lejos de empecinarse en su 4-3-3, ha sido lo suficientemente flexible para aprovechar el legado de Marcelino y dar continuidad al clásico 4-4-2. El equipo dispone de más herramientas en ataque y es más fuerte a nivel de estrategia. Los resultados y los récords están ahí. El Valencia ha alcanzado a los octavos de la Champions siete años después, ganó el Derbi también siete temporadas después, ha sumado 12 de los últimos 15 puntos y se ha puesto a solo uno de la cuarta plaza. Todo gracias a un balance de nueve victorias, seis empates y cuatro derrotas. Es para celebrarlo.

Y así se hizo anoche. La plantilla del Valencia se fue de cena. Algo que no sucedía desde las celebraciones de la final de la Copa del Rey en Sevilla aquella inolvidable noche del 25 de mayo. Albert Celades, su cuerpo técnico y los jugadores se reunieron a las 21:30 en el Restaurante Gran Azul de la Avenida de Aragón para celebrar la Navidad y sobre todo la clasificación para los octavos de final de la Champions League siete años después. La fiesta comenzó en el césped del Johan Cruyff Arena y se trasladó al avión con música a todo volumen durante el trayecto. La expedición aterrizó a las cuatro de la mañana en Manises con aficionados esperando en el aeropuerto y entrenó a las 18:30 en la ciudad deportiva con trabajo de recuperación. Inmediatamente después de la sesión, los jugadores se desplazaron en sus coches al restaurante para disfrutar de una velada más que merecida después de tres meses muy duros a todos los niveles. Ese esfuerzo ha tenido recompensa y eso es motivo de celebración para la «familia». Fue la palabra más repetida después del partido. Estaba en boca de todos. «Este equipo de puertas para adentro es una familia», afirmaba Parejo. «El equipo es una gran familia. Hemos formado algo increíble en las últimas tres temporadas», decía Rodrigo. Coinciden. La fuerza está en el vestuario... pero también en el banquillo. Celades ya es de la familia.