En una batalla en la que para resistir en pie había que tener la piel dura, el Valencia demostró ayer que la suya es una auténtica armadura. Contra un rival que venía de ser semifinalista y de haberlo maniatado cuando visitó Mestalla, el equipo de Celades confirmó que después de demasiado tiempo en el ostracismo, ahora sí que está a la altura de la Champions League. Por eso, a lomos de un Rodrigo espectacular, la noche de Amsterdam será recordada como aquella en la que, además de derribar el muro de los octavos, el Valencia vuelve a ser tan fiable, competitivo y eficaz como los mejores clubes de Europa.
Pese a quedar enparejado desde el bombo 3 con dos auténticos cocos como el Chelsea y el Ajax, el Valencia certificó su pase como primero de grupo, además ganándoles a domicilio, las dos veces por cierto con goles de un Rodrigo superlativo. Y sobreponiéndose siempre también a mil y una adversidades, cada cual más inaudita que la anterior. Fiel a lo que está siendo su andadura, el equipo triunfó a lomos de la épica pero también del fútbol, ese que es consustancial a las botas de los tres grandes artífices individuales de la gesta: Rodrigo en especial y sus dos asistentes, Gameiro y el deslumbrante Ferran, tan maduro como el que más en el espacio adulto.
Con un banquillo de canteranos y juveniles, el Valencia tuvo que gestionar sobre la marcha el enésimo contratiempo con la lesión de Gameiro y la que aun así no apeó a Gabriel, que hasta la expulsión apretó los dientes para soportar su cojera. No quedaba otra que sufrir y sufrir y el equipo, experimentado en estas lides, supo a la perfección cómo hacerlo. Zyyech y Lang, de chilena, remataron fuera y Jaume, especialista en finales, paró todo lo demás, que fue bastante. De las muchas imágenes que dejó el desenlace, la de Coquelin alertando al banquillo en el descuento para que entrara Mangala a defender el resultado fue poesía pura de lo que estaba pasando.
Práctico, serio y con mucho oficio, sin dejarse arrastrar por el correcalles en el que el Ajax basó su apuesta en balde, el Valencia tiró de su repertorio de registros para tratar de conseguir su objetivo. Para ganar en Amsterdam, la única vía de seguir vivo con la victoria del Chelsea ante el Lille, el equipo completó menos pases y por descontado, pese a que Parejo y Coquelin estuvieron lejos de difuminarse, le duró muchísimo menos la posesión. Sin embargo, en las situaciones de más compromiso y riesgo fue capaz de llevarse el balón, entre ellas la de Gayá en la frontal que precipitó el 0-1. Y sobre todo consiguió, además en repetidas ocasiones, lo que en toda la primera parte y hasta ya bien entrada la segunda no pudo el Ajax, incapaz de que sus remates cogieran puerta y agobiado en cuanto se vio apeado.