Aunque a los dos les faltaban cartas, el Valencia supo jugar mejor las suyas para condenar a un Villarreal que desperdició las manos del partido en las que las llevó mejores. Por esfuerzo y oficio, incluso también por ambición, el equipo de Celades fue el justo merecedor de una victoria que a los de Calleja les pasó por delante de las narices. Rodrigo y especialmente Ferran, quien coincidiendo con el sorteo de la Eurocopa 2020 volvió a presentar su candidatura, pusieron el colmillo en una noche en la que Anguissa se encontró con un gol de rebote y los amarillos no tuvieron diente. Gerard Moreno falló un penalti y con una vuelta de tuerca para recuperar el centro del campo, la batalla de los banquillos se decantó claramente del bando local. Apenas tres días después de la épica contra el Chelsea, Mestalla paladeó una versión de su equipo práctica, acertada y, sobre todo, tan sacrificada en LaLiga como en Champions.

Sin necesidad de desplegar juego a raudales, el Valencia le sacó brillo a sus botas en la jugada que a la postre le dio los tres puntos. En un ataque coral con el balón pasando por Parejo, Gameiro, Soler y Wass, el segundo gol salió del pie de Ferran, físicamente de los más enteros en un grupo cogido con pinzas. El primero, en el amanecer del segundo acto, se lo apuntó Rodrigo deshaciéndose de Asenjo con un control orientado de primeras. El internacional, cuyo mejor rato fue con metros al galope, no mojaba desde marzo, un dato que encierra muchos porqués. Uno de ellos es el protagonismo de Maxi, precisamente el autor de la asistencia. Pau Torres, que tampoco es infalible, despejó mal, aunque no sólo los centrales jóvenes fallan. Gabriel Paulista, uno de los que aspira a su sitio en la selección, tampoco estuvo fino en la acción del empate.

Fiel a su mala costumbre, el Valencia se dejó empatar en cinco minutos. Sin embargo, esta vez Celades fue capaz con sus variantes de que el equipo no se le descarrilara en ninguna curva. Con el contexto de una enfermería hasta los topes y un banquillo en el que con el palco plagado de titulares la presencia de Correia cuestionaba por sí sola la nueva política deportiva, el técnico se puso el mono de faena y supo qué hacer para que sus futbolistas también lo llevaran lo más dignamente posible. Por contra, al Villarreal le pasó lo contrario. Cuesta abajo y sin frenos el último mes, los groguets confirmaron que uno de sus peores pecados es que les falta diente. Difícil tendrá Gerard que Luis Enrique lo mire con los mismos ojos que Robert Moreno si se las gasta como ayer en el área y encima falla un penalti. Y complicado será que repitan los demás si defienden tan blando.

En lo que se refiere a la puesta en escena, ver al Valencia salir en avalancha fue para frotarse los ojos. Sobre todo después de que la imagen en el subconsciente fuese todavía la de los jugadores con la lengua fuera y Gayá lipotimiado. Sin embargo, el Villarreal tardó bien poco en leer la primera partitura. Con el balón pegado al pie fue cosa de cinco minutos que le diera la vuelta a la tortilla. Mangala, con un movimiento ortopédico, tumbó en el área a Gerard, que venía de la catástrofe de un tiro al aire en boca de gol. Supo a justicia poética que al punta catalán, con su disparo a engañar, le pasase lo que a los mentirosos cuando los pillan y desapareciese de la escena. El submarino añoró a Cazorla, al que a diferencia de Garay el miércoles no infiltraron, y Cillessen detuvo el penalti con la idulgencia con la que los padres se adornan en los parques.

Visto que con los arrestos de Coquelin, al filo de la navaja cada vez que se llevaba la mano al muslo, no era suficiente, Celades pasó a Soler al centro, dejó a Maxi Gómez solo en la punta de lanza y arrimó a Rodrigo a la orilla derecha. Bingo. El centro del campo, que tenía a los delanteros a años luz, se hizo más corto y el efecto fue inmediato. Al que mejor le vino fue a Rodrigo, que agradeció los metros por delante y al que anularon un gol por el hombro, si bien la toma mostrada por el VAR aclaró poco. En una situación precipitada por Soler, la estirada de Asenjo para interceptar un disparo mordido de Ferran fue la confirmación de que el Valencia había vuelto antes del descanso. Para entonces el guardameta ya era el mejor del Villarreal.