El Valencia no era un regalo cuando el presidente de la Atalanta celebró por todo lo alto el sorteo de los octavos de final. Sin embargo, con dos meses de retraso, este miércoles sólo le faltó el lacito. Probablemente ni Antonio Percassi, cuyas palabras tanto escocieron en el vestuario, se esperaba a un rival tan generoso. Los dos equipos se querían el uno al otro pero está claro que los italianos, demoledores arriba y desordenados atrás, eligieron mucho mejor. Tierno como la mantequilla en defensa y tan afilado como una cuchara en ataque, el Valencia les vino como anillo al dedo. En una involución constante, el de Celades no es hoy en día ni la sombra de aquel equipo que en diciembre estaba en fase de despegue. Ni rastro del que venía de ganar en Ámsterdam y Londres. El de San Siro, empezando por la transparencia táctica de su entrenador, se pareció más al que no da pie con bola desde Arabia Saudí. Allí el obsequio fue la Supercopa. En Milán, la Champions. Hará falta un milagro, y no de los de Navidad, para estar en cuartos. Siete años esperando los octavos para esto.

Lastrado de nuevo por un arranque de partido lamentable, los peores presagios se confirmaron sin excepción ante un rival que hizo lo que quiso. El Valencia, como si no supiera que se enfrentaba a un rival que en Italia mete más goles que la Juventus, concedió ocasiones por un tubo. A cambio, para más inri, menos la que cazó Cheryshev, desperdició todas las suyas. Sin ninguna solemnidad, lo suyo es jugar siempre al filo de la navaja. Encaja una barbaridad y le cuesta un mundo marcarlos. Por eso, al mínimo contratiempo, cualquiera le hace un tajo. La Atalanta lo sabía y a la postre lo abrió en canal explotando sus virtudes y disimulando (mal) sus defectos. Su vulnerabilidad podría haber precipitado un resultado de otra época pero Maxi, que las tuvo de todos los colores, fue una escopeta de feria, Ferran chutó al poste y Cheryshev perdonó un doblete por no disparar de primeras. Fallos propios, además en momentos claves, a los que se sumaron los ajenos. Fundamentalmente los que tuvieron que ver con el arbitraje: un fuera de juego que no interpretó como tal el VAR en el segundo de Hateboer o el posible penalti que se pasó por alto. También las bajas, aunque visto lo visto para un 4-1 no sirven de excusa.

Suspendió el Valencia, otra vez

Y se ganó un cero Celades, superado ampliamente por Gasperini. Su único coletazo desde el banquillo lo dio con el cambio de Cheryshev, que a todas luces mejoró a un Guedes que no está para trotes. El de Gameiro por Maxi, por contra, fue más por el bloqueo del uruguayo que por las esperanzas depositadas en el francés. Para los partidarios del tacticismo lo ocurrido fue un horror. Nadie gobernó el centro del campo y se jugó de portería a portería. A ratos, una locura, como en el patio del colegio. Justo lo que le venía bien a la Atalanta. Y justo también lo que era una condena segura para el Valencia, que cuando se decidió a quitarse los grilletes ya estaba a años luz en el marcador.

Aunque era de esperar que la Atalanta jugara al abordaje, el Valencia se comportó como si le cogiera de imprevisto, incapaz de entender que no le interesaba la batalla a campo abierto que le planteaban. El equipo de Gasperini, del que en Paterna se habían visto videos de sus goleadas en la Serie A, hizo justo lo mismo que en esos partidos. Escopeteado y con el balón cosido al pie, Papu Gómez se infiltró y superó líneas con una facilidad pasmosa. El cambio obligado por la lesión del central Djmistiti en el calentamiento afectó poco a un equipo convencido en sus posibilidades y con el extra anímico que volvió a faltarle a los de Celades. La "desactivación" se ha convertido en un latiguillo desgastado de tanto usarlo.

Al son que marcaba el Papu, auténtico cerebro y mito de su equipo, la avalancha fue constante. Al argentino no había que darle ni un centímetro de ventaja pero en lugar de eso se le puso una alfombra. Tenía tiempo para pensar, para mirar y para hacer lo que le rotaba. A su alrededor, además, gravitaban jugadores que no eran lo que parecían. El gigante Ilicic se confirmó como un estilete fino ya antes del gol y Pasalic, al que se preveía más atrás, pisó el área a las primeras de cambio en plan falso nueve. Cualquier defensa se convertía en centrocampista y cualquier centrocampista en delantero para así generar superioridad numérica. Si un equipo mete en la Serie A tantos goles es por algo. Su media por partido es de 15 disparos, aunque este partido se quedó en 11, menos que un Valencia que se fue a 17. De cinco entre palos marcó cuatro. A Jaume sólo hubo que apuntarle una parada de mérito, favorecido porque Pasalic, nada más arrancar, le telegrafió el tiro. Hateboer, pretendido en su día en Mestalla y autor de un doblete, estuvo más rápido que Gayá en los dos goles. Ilicic, que maniobró entre Soler y Kondogbia al borde del área, le dobló al portero su mano cambiada de un chutazo. Y Freuler volvió a martillearlo tras volver del entreacto.

El Valencia, que no tenía otra que jugar con una defensa remendada, se puso como un flan en cuanto le vinieron mal dadas. En lugar de un equipo solemne fue un manojo de nervios, a remolque y fallón. En especial Maxi, que a este ritmo va a pasar por la Champions de puntillas. Otra vez con el pie torcido, el charrúa pifió todo lo que tocó. Chutaba cuando tenía que pasar y al revés. La única vez que eligió bien empotró el balón contra el portero en la oportunidad con la que, con 3-0, habría devuelto al Valencia a la eliminatoria. Guedes ni eso. El portugués, cuya acción más destacada fue cambiar equivocadamente un centro por un disparo, se vino abajo con las primeras tarascadas. Hasta que entró Cheryshev el único filo fue el de Ferran, al que el poste escupió su disparo. El portero se quedó esperando el centro.

Sin más cera que la que ardía en el banquillo, a Celades no le dio ni por los inventos ni por nada. Ni siquiera por echar cloroformo sobre el Papu. Sin término medio, Parejo se puso a perder balones cuando todo estaba ya cuesta arriba y sólo Cheryshev, que marcó a los dos minutos, desvió al equipo del camino de la morgue. Gasperini respondió quitando a un central y metiendo a un delantero como Duvan Zapata. El cafetero, nada más entrar, le dio una tarascada a Diakhaby, al borde del cambio por el aturdimiento del golpe. Volvió al campo, pero le pasó como al resto del equipo, que estaba pero sin estar, ausente mientras la Atalanta abría su regalo.

Ficha Técnica:

4. Atalanta: Gollini, Toloi, Palomino, Caldara (Duvan Zapata, m.75); Freuler, Hateboer, De Roon, Gosens; Papu Gómez (Malinovskyi, m.81), Ilicic y Pasalic (Tameze, m.90).

1. Valencia: Jaume Doménech, Wass, Diakhaby, Mangala, Gayà; Kondogbia, Parejo, Carlos Soler, Ferran; Guedes (Cheryshev, m.65) y Maxi Gómez (Gameiro, m.73).

Goles: 1-0, m.16: Hateboer. 2-0, m.41: Ilicic. 3-0, m.57: Freuler. 4-0, m.62: Hateboer. 4-1, m.66: Cheryshev.

Árbitro: Michael Oliver (ENG). Amonestó por el Atalanta a Hateboer.

Incidencias: partido correspondiente a la ida de los octavos de final de la Liga de Campeones disputado en el estado de San Siro de Milán ante unos 44.000 espectadores.