«Debemos estar más concentrados. Estamos acusando el cansancio de jugadores que llevan jugando muchos minutos». Cheryshev intentó argumentar la diferencia que hubo entre Atalanta y Valencia en apartados relacionados con la activación. La brecha fue evidente, los jugadores de Gasperini parecieron un poco más altos, un poco más fuertes y un poco más rápidos. Poco es un eufemismo. No es la primera vez que falta capacidad de respuesta en este sentido, sobre todo, fuera de Mestalla. La derrota de San Siro admite muchas perspectivas. El vestuario defiende que no fue igual a Son Moix, Los Cármenes o el Coliseum, pero hay una cuestión común: adversarios bien organizados, contundentes en los duelos, intensos en la recuperación y en la presión. En el centro de todo está la agresividad. Mallorca y Getafe fueron muy superiores ahí. El Valencia tiene y puede tener otra personalidad, la cuestión no es esa, lo relevante es que no es capaz de replicar e imponer su mando.

La ausencia de Garay, Coquelin, Gabriel y GarayCoquelinRodrigo Sin embargo, estos problemas han costado puntos y disgustos también con Coquelin y Gabriel Paulista, por eso la tendencia es más preocupante. La derrota ante la Atalanta pone el foco en errores individuales en ataque y en errores colectivos de todo tipo en defensa, errores de planteamiento. El equipo siente que no estuvo tan lejos -pese a todo- y es verdad, pero el marcador refleja una diferencia concreta en pegada, en talento para hacer la diferencia en ataque y en otros como ocasiones concedidas, distancia recorrida o faltas realizadas (19 de los bergamascos por ocho de los valencianistas) que insisten en el ejercicio incompleto ante rivales de ritmo alto y en las dificultades para contrarrestar o igualar la activación y el volumen de agresividad, que no es sinónimo de violencia.

El físico está sobre la mesa, pero la carga de profundidad es superior. En la cúspide de la píramide está la mentalidad, la intensidad emocional y «la concentración», como dijo Cheryshev. Esto es peor que una crisis física, que también se siente en la falta de frescura y de energía; preocupante en algunos protagonistas. Parejo, Wass correr como sinónimo de presionar, morder o frenar al rival. Parejo lleva 500 minutos más jugados que el Papu, número uno en los nerazzurri. Con el once del miércoles bajo la lupa, la sobrecarga en horas de juego es similar, con un condicionante: lo que exige entrar en la Atalanta a nivel atlético, machaca más, pero es más gratificante.

Soler -que se dio una paliza- y Parejo corrieron mucho, pero no tuvieron el mismo efecto. El dato no es un termómetro rotundo para tomar la temperatura competitiva, pero sí añade otra variable. El Valencia tuvo problemas para seguir la cadencia bergamasca y soportar su cambio de marcha. La Atalanta se fue a 113,16 kilómetros recorridos, superó su techo en la Liga de Campeones, fijado en Mánchester ante el City en 112,6. El resultado fue derrota 5-1. La relación con el resultado no es correlativa, tampoco resuelve el rendimiento, pero en los italianos -como sucede en el Getafe- es trascendente. Ante el Shakhtar, en Járkov, también superó los 112 kilómetros. Desenlace: triunfo 0-3 y billete para octavos. El Valencia hizo cuatro kilómetros menos que los lombardos en San Siro. Los de Celades marcaron 109,53 km, dos más que la media (107,35) establecida en la fase de grupos, pero lejos de los 112,5 que alcanzó ante el Chelsea (en Mestalla, 2-2). Es su segundo mejor registro, pero insuficiente ante la Atalanta, que trabajo para encontrar un partido de máximos en rendimiento y lo consiguió. Esa fue otra diferencia. El Valencia estaba advertido del nivel atlético -superior- del bloque de Gasperini, pensado, armado y potenciado para ejecutar un modelo de juego basado en el ritmo alto, las llegadas por banda, el pressing a todo campo, la verticalidad. Ese es su sello competitivo.

El valor de 'saber pegar'

El hachazo de Palomino a Guedes El portugués tenía que hacer de Rodrigo y el central argentino consiguió intimidarlo, confundirlo. Los perfiles y la personalidad también cuentan, por supuesto. Remo Freuler es mitad maratoniano, mitad piraña, pero el sacrificio de Ilicic, De Roon o Pasalic no tuvo continuidad en el Valencia. Todo eso cargó la sensación de actitud contemplativa e ineficacia en las segundas jugadas.