Carlos Soler repitió como futbolista con más kilómetros recorridos ante la Atalanta; estuvo por encima de los once, que es un registro muy importante. La distancia no es sinónimo de rendimiento, pero el dato sí que refuerza la generosidad del centrocampista, su compromiso y su capacidad para resistir la cadencia de un adversario con una capacidad física sobresaliente. La referencia también protege la fuerza de su motor y su mentalidad. Su despliegue no luce como corresponde por los problemas globales en la estructura. No es un caso único, claro. Ahora mismo, el contexto no ayuda a ningún futbolista en ese sentido, pero en el caso de Carlos, su sacrificio en clave equipo no está siendo reconocido cuando sí está haciendo cosas bien, sobre todo, sin balón. Los detalles en el análisis son significativos, la acción del 1-1 de Gameiro arranca con una recuperación de Soler, que mordió con intención y agresividad sobre Marten de Roon para forzar el error de un futbolista habitualmente seguro.

Hace quince días, en San Siro, la condición fue similar: Soler también superó los 11 kilómetros recorridos. Fue el número uno del Valencia en este apartado y sólo Remo Freuler le sacó ventaja, marcó más de doce. El centrocampista suizo es un especialista, uno de los futbolistas más fuertes en este apartado en la Serie A, un ciclón por perseverancia y sagacidad. Esa una referencia. Carlos alcanzó el nivel de Freuler en Mestalla, pese a la brecha entre Valencia CF y Atalanta (103,71 por 107,07) también en este capítulo, e hizo un kilómetro más que el segundo mejor del equipo, Parejo.

Solidaridad y espíritu

Romper la barrera de los once kilómetros no es fácil y más en un contexto como el actual, donde las dudas pueden terminar sacándote del partido, donde puedes terminar dejándote llevar o ahorrándote una carrera hacia arriba para sumar en ataque o hacia abajo para ayudar en defensa. Ningún futbolista cubre esa distancia «sin querer correr». La dirección o su provecho individual y colectivo son otro debate, pero la estadística insiste en hacer visible la intensidad y la responsabilidad que Soler está asumiendo, con sus errores y con sus aciertos. Con 23 años, eso es una gran virtud.

Objetivo, recuperar la fluidez

Claro que ahora mismo está en un momento poco fluido con balón, es evidente que ha dejado de aportar cosas en la creación que antes le salían de forma natural, pero eso no significa que las haya abandonado o haya perdido colmillo. Al contrario, Soler lo tiene y trabaja para afilarlo. El fútbol vive al día, pero su carrera ante Jordi Alba, con centro para gol de Rodrigo en la final de Copa del Rey queda en la historia. Su función más allá de los goles y las asistencias está ahí, pero también ha sostenido esa aportación determinante en los grandes partidos y en las grandes batallas: ante el Chelsea y ante el Real Madrid, por ejemplo. Ante el Celta, firmó la victoria. No por casualidad fue titular ante la Atalanta, en el partido de la temporada. No por casualidad ha jugado casi todos los minutos y ha participado en todos los partidos -22 consecutivos- desde que volvió de la lesión, engorrosa, de tobillo.

El martes, en Champions, Guedes pedía paso, pero Celades insistió con Soler en uno de los partidos del año. Para el míster es cuestión de confianza y de mensaje en clave equipo. Soler es garantía de generosidad y de muchas cosas, en los días de competición y en el día a día. El míster mantuvo al centrocampista por lo que da y por lo que puede llegar a dar; el mejor Soler no se ha visto y eso es un seguro de margen de mejora. Celades gestiona desde esas premisas.

Sólida base competitiva

Los datos atléticos son denominador común en LaLiga, de hecho, también está entre los más rápidos. No es sólo una cuestión de resistencia física, la clave está en su resistencia mental. En un momento no brillante, Soler está resistiendo ofrenciendo un mínimo competitivo suficiente y continuo gracias a la base táctica y física que adquirió con Marcelino. Su crecimiento fue claro en la exigencia. No centellea, pero esa resistencia es el punto de partida para volver a fluir con balón. Sin balón, se ha reciclado cogiendo un plus canchero a lo Gayà.

La mejor sociedad con Gayà

La mejor sociedad con GayàCelades le ha utilizado en todas las posiciones de la sala de máquinas y Soler siempre está dispuesto a jugar de todo, sin queja. También ha tocado el eje; en Mendizorrotza -por ejemplo- jugó como interior, a la altura de Parejo, con Kondogbia por detrás, en un 4-1-4-1, que no dejó malas sensaciones. Frente a la Atalanta terminó como mediocentro. Marcelino lo adaptó a la banda derecha. En cuatro años no ha tenido continuidad en su posición más natural.

El míster lo está exprimiendo en izquierda, pero tiene condiciones distintas a Ferran; no se le puede pedir lo mismo. Soler le da la banda a Gayà y el impacto del lateral izquierdo en ataque tiene que ver también con el ejercicio de su socio. Soler flota entre líneas, ocupa el centro, atrae la atención de los adversarios y libera un espacio que Gayà aprovecha para avanzar. La condiciones de Soler como jugador moderno están activas: tiene el ritmo, la energía, la técnica y la táctica, pero -sobre todo- tiene la lectura de juego, suma inteligencia para interpretar el espacio y el tiempo. Ahora está en un momento de severidad, de sacrificio a cambio de obtener una ganancia táctica mayor por el grupo.