"Hoy queremos esta victoria, hoy queremos esta victoria! ¡A por ellos, a por ellos!". La Curva cantó desde el primer minuto de partido Era el sonido enlatado que sonaba desde la megafonía del estadio, previa medición de decibelios de LaLiga. Todo estaba medido al milímetro. Todo bajo el estricto control de un protocolo sanitario tan necesario como incompatible con aquello que conocimos como fútbol. Sin afición no es fútbol. Es otra cosa.

Pronto se vio que la noche sería extraña. Faltaban dos horas para que arrancara el partido y la Avenida de Suecia no olía a fútbol. Coches aparcados, bares vacíos y la sensación de que no era una noche grande de Derbi. La Policía Nacional acordonó la Calle Doctor Juan Reglá para que los jugadores entraran por el fondo sur del estadio. Apenas una veintena de aficionados de uno y otro equipo recibieron a los equipos. Un comportamiento ejemplar de la afición valenciana que entendió que a pesar de las ganas de fútbol no era un día para recibimientos. El Valencia y el Levante llegaron en dos autobuses cada uno para mantener la distancia social con las mascarillas y los guantes protocolarios. Solo hubo una excepción en la llegada. Los granota llegaron primero cuando el protocolo de LaLiga obligaba entrar primero a los locales.

Los primeros en entrar fueron los encargados de material para desprecintar la ropa deportiva delante del director del partido de LaLiga. En total solo pudieron acceder alrededor de 250 personas acreditadas entre los futbolistas, los cuerpo técnicos, médicos y fisios, árbitros, directivos, recogepelotas, jefes de seguridad, directores de partido, delegado, mantenimiento del césped, personal sanitario -Cruz Roja-, seguridad, limpieza y medios de comunicación. SUPER regresó a Mestalla celebrando la vuelta de su edición de papel, aunque muchos compañeros no pudieron ejercer su profesión en el estadio por negativa de LaLiga. Ellos también se echaron en falta. Como la afición. La caldera de 50.000 personas que debía ser Mestalla se convirtió en un remanso de paz.

La afición quiso sumar su granito de arena con el despliegue de pancartas en los dos fondos del estadio. Casi medio centenar de peñas dejaron en la zona norte del estadio sus carteles, bufandas y camisetas. Si no hubo más que porque LaLiga no permitió la entrada a Mestalla desde el jueves. La Senyera de las peñas de 15x7 metros presidió el partido junto a los escudos de l'Agrupació de Penyes y la Delegación de Peñas del Levante. Nada mejor que esa bandera representaba el Levante-mos la ciudad.

La puesta en escena del Derbi no se salió del protocolo con dos equipos saltando al césped por separado para asegurar la distancia social en el túnel de vestuarios. Parejo saludaba a Morales y a los árbitros con el codo. Y así, en medio de un respetuoso minuto de silencio por las víctimas del COVID-19, arrancó el Derbi en familia, con los suplentes repartidos en la tribuna baja protegidos con mascarillas y guantes y los miembros del banquillo repartidos por toda la banda. Solo Albert Celades y Paco López no llevaban mascarilla para dar instrucciones. A quien más se le escuchó fue al levantinista. «Fuerte, fuerte», gritaba acompañado siempre de aplausos.

«Salimos. Sin falta, Arriba. De cara. Cuidado. Solo, Bajamos. Balón. Más. Síguelo. Tranquilo», etc. Más que nunca se escucharon los avisos entre jugadores. Los gritos se mezclaban con el 'tac' de los golpeos al balón, la animación enlatada y los aplausos a través de los videomarcadores que rompieron el silencio en el minuto 20 como homenaje de LaLiga a los superhéroes sanitarios. Aitor llevó la voz cantante del Levante dentro el campo. Está claro que manda más que Cillessen. Parece claro. El Derbi dejó otros sonidos como el escalofriante impacto de Coquelin en la bota de Wass y sobre todo el grito desgarrador de Guillamón cuando recibió la entrada brutal de Roger.

Lo expulsó el árbitro Alberola Rojas, pero también el 'banquillo' del Valencia que saltó de sus asientos para pedir la roja. El silencio también permitió escuchar las multiples correcciones Tampoco faltaron las protestas. Algunas desde las cabinas de los técnicos de vídeo desde una visión más panorámica. Todo se escuchaba. «¡Aahhh!' se lamentaba Aitor tras un saque de puerta desviado. Parejo aplaudió la entrada de Ferran. Eran los aplausos que el equipo echaba en falta. Garay, mientras tanto, seguía el partido desde la grada sumando de la única forma que ya puede hacerlo.

El Valencia adelantó líneas con superioridad numérica en busca del gol que no llegaba. Y fue entonces cuando apareció Gayà para poner un centro perfecto para la maniobra todavía mejor de Rodrigo. Mestalla estaba vacío, pero se cantó y mucho el gol. Por megafonía sonaba una traca. Aunque para traca lo de Diakhaby y su agarrón. «¡Es penalti, míster, lo pia!», alertaban a Paco desde lo alto de anfiteatro los responsables del vídeo del Levante. Melero no falló. El levantinismo lo celebró a la vieja usanza. Mestalla echó de menos a su afición. El silencio del final hablaba por sí solo. La Champions está más lejos.