Del «Celades sigue» que el director deportivo César Sánchez les dijo a los jugadores a las nueve de la mañana en una reunión en el vestuario de la ciudad deportiva, a Celades cesado de manera fulminante horas después. Es el Valencia CF de Lim. Decide él. Si bien en esta ocasión, el cese de Celades es justo y muy necesario. Las formas han sido las habituales porque no ha tenido en cuenta a los ejecutivos del club para coordinar los tiempos -hasta se había programado una rueda de prensa para este martes-, pero en este caso el fondo es indiscutible.

Albert Celades, que llegó el 11 de septiembre para sustituir a Marcelino, es historia, tenía una complicada papeleta por delante y no ha estado a la altura. El equipo está a ocho puntos de la Liga de Campeones cuando faltan seis partidos por disputarse y corre serio peligro de quedarse también fuera de la Europa League. Lo primero es un fracaso que tiene duras consecuencias económicas, y lo segundo es un descrédito dada lo ambicioso del proyecto cuando comenzó la temporada.

Voro será de nuevo el encargado de salvar la nave. Es la cuarta vez que tiene que hacerse cargo del primer equipo desde que Peter Lim compró el club, dato que ilustra fielmente la inestabilidad del banquillo valencianista bajo la gestión del máximo accionista. En las anteriores ocasiones la herencia de Voro era más envenenada y el objetivo deportivo era evitar el descenso, en este caso, la situación es bastante menos agónica. Pero el día no finalizaba con el cese de Celades, porque poco después de que se hiciese oficial el adiós del entrenador César Sánchez presentó su dimisión como director deportivo del club. Un acto de dignidad por su parte porque, más allá de la decisión de Lim, él puso el pecho ante los futbolistas en el vestuario, les echó en cara que en Villarreal no tuvieron una buena actitud y hasta discutió con Dani Parejo y Geoffrey Kondogbia. Cuando tomó al decisión de desprenderse de Celades se sintió, lógicamente, desautorizado y optó por marchare a casa.

Los malos resultados de los últimos encuentros y la posibilidad de que el equipo no se meta en competición europea la temporada que viene no han sido los únicos argumentos para despedir a Celades. En su contra ha pesado mucho haber perdido el control del vestuario. En pocas palabras, los futbolistas le habían perdido el respeto. Cierto que los futbolistas lo han mantenido durante muchos meses, pero los acontecimientos se fueron precipitando en su contra en las últimas semanas.

Primero el caso Garay, nada tiene que ver Celades en que no renueve el argentino y hasta se mojó en público por su renovación, pero Ezequiel es un peso pesado en el vestuario y los nervios comenzaron a aflorar. Volvió el fútbol tras el parón de coronavirus y en los minutos finales de un partido que estaba ganado, todo comenzó a desmoronarse. Diakhaby cometió un penalti innecesario, el Levante UD empató en el descuento y Celades salió en rueda de prensa y señaló públicamente al futbolista francés. Ahí empezó todo de verdad. El frágil equilibrio del vestuario se rompió y la calma tensa se convirtió en tormenta cuando los pesos pesados le dijeron al día siguiente a Celades que no pusiera más al francés y él hizo caso.

Fue la revolución de los menos poderosos que se resume una cruda imagen: los capitanes organizaron una cena de equipo para hacer piña y solo acudieron nueve futbolistas... Cuando Parejo hizo un comunicado en clave interna pero a través de las redes sociales pidiendo unión y profesionalidad al vestuario, y al día siguiente el equipo se arrastró por el Estadio de La Cerámica, quedó claro que aquello ya no tenía un pase más. Lim pidió informes y cortó por lo sano. Ahora sí, el Valencia busca entrenador para la temporada que viene y este periódico puede asegurar que no es Ernesto Valverde.