Con Peter Lim manejando el cotarro desde su trono a miles de kilómetros, Voro apareció en plan Espartaco. Pero el milagro no se obró ni apelando a los clásicos. Ni siquiera a los restos, como deslizó Rodrigo, del legado futbolístico de Marcelino, de las pocas y remotas certezas a las que agarrarse. Todo sigue siendo lío para un Valencia que volvió a despeñarse de mala manera. Excepto por un par de ratos, el partido se jugó con el estilo turbado de los últimos con Celades. El Athletic, un equipo por contra con arquitectura y patrón, lo mandó a la lona de dos soplidos. Es difícil, casi un imposible, que algo funcione yendo de bronca en bronca. No cabe ni una más en un grupo que navega a la deriva con tantos puntos como goles a favor en las tres últimas jornadas.

Como muestra de no haber tocado fondo, el 0-2 del Athletic fue la primera derrota liguera en Mestalla. Adiós al último fortín en pie. Nada ni nadie se salva del desplome. Pese al intento del Valencia por desperezarse, a las primeras de cambio se impuso el pánico y una abismal sensación de impotencia. Fue así como la amenaza que suponía cada acercamiento de un viejo rockero como Raúl García se consumó en dos goles. El primero, una jugada de billar antes del cuarto de hora. El segundo, un zurdazo al volver del entreacto. A poco que se lo propusieron, entre él, Muniain y Yuri agujerearon una defensa destartalada. En la clasificación, Europa está a unas cuantas victorias. En la realidad, a un viaje espacial.

Antes de ponerse a cambiar actores, el presente pasa por agarrarse a las jornadas que quedan y luego poner rumbo al futuro. Aunque a día de hoy no es en el campo sino en la caseta y los despachos donde hay más en juego. Tras descabalgarse de la Champions, la destitución de Celades a menos de 48 horas del partido respondía a corto plazo a la necesidad de reenchufar a los futbolistas. Sin embargo, tan gruesos como los problemas mentales y de actitud son los futbolísticos. Al décimo puesto no se cae por casualidad. Pese a su condición de especialista en crisis agudas, Voro tampoco aportó consuelo. Mientras que el Athletic iba en patines, el Valencia se movió con bastón. Por si faltaba alguna calamidad, Kondogbia tardó un visto y no visto en perder un balón que acabó en gol. Se mejoró en interés y actitud, pero fue insuficiente. Tras el amago inicial se vio a un equipo en los huesos, encima sacudido fatalmente por el exceso de pirotecnia interna.

El partido, como el de La Cerámica, tuvo poca historia. El Athletic tardó un santiamén en asentarse y a los 13 minutos ya iba por delante. Para variar, de la mala salida de balón volvió a llegar una condena. Con su querencia habitual para armar el taco en los pasillos de seguridad, Kondogbia falló estrepitosamente. Raúl García, que ya había sembrado el pánico con un centro lateral, remató a la red una jugada de manual. El Valencia se quedó contra las cuerdas, tan raso como de costumbre en las áreas y con las piernas de mármol. Sin embargo, a los leones les faltó clarividencia. Llegar con una desventaja mínima al entreacto fue un alivio, ya que si Cillessen no encajó otro más fue porque le abrazaron los santos. Nada más volver del descanso le abandonaron. Jaume Costa sucumbió a la presión con otra pérdida y Raúl tardó un suspiro en armar un zurdazo casi desde Bilbao. Partido resuelto.

En la poca medida que pudo, Voro trató de ponerle normalidad al once para reactivarlo psicológicamente con una selección natural. Para ello prescindió de Soler aunque lo llamativo fue sobre todo que recuperase a Diakhaby, inédito desde el penalti del Levante y en el ojo del huracán que se ha terminado llevando por delante a Celades. El central francés, sin potitos, pasó desapercibido. Para lo malo, igual que el resto de compañeros, a los que la efervescencia les duró bien poco. El gas apenas se limitó a algún goteo aislado de Parejo y un remate mordido de Guedes ante el que respondió Unai Simón. En ataque no volvieron a haber noticias hasta un centro de Florenzi que retrató a Maxi. El lateral italiano, de los pocos que iba dejando migajas, se la puso perfecta para un cabeceador, pero al uruguayo se le debió aparecer el rostro de Celades a tres metros de la portería y y mandó la pelota al córner. Quedan cinco partidos de aguantarse. Es lo que hay.

Estas son las notas del Valencia ante el Athletic