El dato, cosecha de la casa OPTA, es una condena: el Valencia CF La dinámica es terrible. Voro lo tiene complicado porque la herencia emocional y táctica es horrible. El equipo está roto, todos los jugadores están lejos de su mejor versión y eso mediatiza cualquier análisis puntual. Hubo mejores intenciones, pero insuficientes ante un Athletic que se desplegó desde la determinación, desde la confianza y con un objetivo compartido muy potente: conquistar Mestalla, dar un golpe de mando y no permitir coger vida a un adversario directo en la lucha por Europa.

Completar un giro de 180 grados y ganar un volumen suficiente para competir a corto plazo no es un objetivo realista, incluso para Voro, que -sin margen-no pudo obrar el milagro. Los problemas con Celades no eran sólo cuestión de feeling. El Valencia lleva perdido en la indefinición desde hace meses. La eliminatoria ante la Atalanta ofreció una radiografía precisa y el empate ante el Levante arrancó de cuajo el parcheado que se intentó aplicar durante el parón. El club se lo ha puesto difícil a Celades y el míster tampoco ha sido capaz de dejar su impronta. El equipo ha sido inercia durante meses. Celades ha tenido que defender un estilo en el que no cree -distinto en fondo y forma- y nunca se ha atrevido a dar el paso hacia el cambio -progresivo- de modelo. Lo peor es que ha caído sin dejar claro lo que de verdad quería. Esa falta de temperamento y de iniciativa ha calado y le ha castigado.

Confuso y sin identidad

El Valencia defiende en bloque bajo, pero sin intención. Por eso, le descosen a llegadas y remates. No tiene estructura defensiva para resistir o contener y le han castigado los errores individuales. Se dispone para producir el error del rival y salir al contragolpe, pero no los provoca. Las formas de presión deben ser claras (o repliego a bloque bajo o presiono en bloque alto tras pérdidas), pero le han lastrado las dudas. Se ha quedado a mitad de camino. El Valencia no es un equipo que acose, no es agresivo, tampoco tiene ritmo... Ni corre, ni domina las transiciones, ni es sólido con balón. Ha perdido llegada por fuera y ha perdido el control del pasillo central. Los rivales -como el Athletic- intensos, con dinámica entre líneas le han pasado por encima, lo atraviesan y lo ahogan con presión alta, robo y salida rápida (como el Eibar). Los adversarios que quieren el balón -como el Villarreal- lo dominan. La salida de balón es un lastre; comete errores en zonas donde no se pueden cometer.

Sin el 'factor Mestalla'

El Valencia es un equipo sin iniciativa, que no sabe cómo tiene que dominar y no puede... aunque quiera, como ante el Athletic. El Valencia ha dependido del fuego de Mestalla y de la personalidad de sus jugadores, que sostuvieron el espíritu ganador durante algunos meses, luego a fogonazos, después en partidos puntuales -grandes- a puro coraje y calidad hasta que las malas decisiones, el egoísmo y la falta de soluciones han descompuesto un ecosistema de equilibrio frágil. Se ha caído todo.