El golazo de Kang In vale mucho. El vestuario arrastra conductas que tienen difícil solución a corto plazo. Por supuesto. El desgaste emocional, la sobrecarga física y los obstáculos tácticos no desaparecen de un día para otro, pero la victoria tiene poder para simplificar los rompecabezas, para agrupar y para voltear sensaciones. Por encima de todo, la victoria transmite confianza y la confianza lo es todo, en la vida y en el fútbol. El Valencia afronta las próximas jornadas desde esa expectativa tonificante y la esperanza de alcanzar posición de Europa League. El cambio de perspectiva es motivación pura, gasolina.

Voro está haciendo malabares y el once ante el Valladolid lo demuestra; como hombre de club tiene la virtud de aportar soluciones sencillas en situaciones de crisis. En este apuro no lo tenía nada fácil. Marcelino se citó como referencia por una cuestión práctica: volver a lo que ha funcionado y a lo que todos conocen. Nada de polémicas. La apuesta parece (muy) razonable en un momento crítico, más allá de la visión en común. La idea es crecer desde la solidez defensiva, aunque siga pendiente y todavía se produzcan errores.

Objetivo estratégico

Lo que no admite debate es la importancia estratégica de mantener el estatus de club en competición europea. Abandonar la Champions es un fracaso y supone bajar un par de escalones en todo, pero perder la Europa League sería un drama, por ilusión, por la categoría deportiva que cedería el proyecto, por taquilla, por opciones de negocio, por ingresos. Aunque no sea la Champions, la Europa League suma. El club ha cometido errores, pero los futbolistas son absolutamente conscientes y responsables. Claro que han fallado (tampoco se lo han puesto fácil), pero su compromiso está fuera de toda duda. Lo demostraron tras la marcha de Marcelino, donde asumieron el caudillaje del club. Esta plantilla hace 12 meses fue campeona arrebatándole un título al Barça de Messi; su calidad no se discute.

Ante el Valladolid, el equipo tuvo premio y conquistó un triunfo que da valor a cosas que se están haciendo bien -incluso se hacían- pero acababan perdiéndose por una cuestión de continuidad (dentro de los propios partidos) o de dinámica global. Voro ha insistido desde el primer entrenamiento que había visto una buena actitud antes y durante los partidos, dentro del balance gris de los resultados. Pese a la derrota ante el Athletic o el empate ante el Granada, el cuerpo técnico se ha quedado con las cuestiones positivas. El objetivo de puertas hacia adentro ha sido y es reforzar al equipo a partir de lo que hace bien. Hay autocrítica y análisis, pero había virtudes rescatables que sostener para progresar.

Sacudirse la negatividad

La intención es crecer a partir de la mentalidad y la confianza, por eso la victoria del martes va más allá de sumar tres puntos, que también son fundamentales. La medicina que necesitaba este equipo, en este momento, era ganar para volver a creérselo. La dinámica, los errores no forzados y los fallos individuales, les estaba pesando muchísimo. Pura ley de Murphy. El grupo sentía que si algo malo les podía pasar algo siempre les pasaba. Como la barrera en Los Cármenes. El impacto de cualquier detalle o cualquier mínimo desajuste les terminaba por romper y abrir en canal. Ante el Valladolid, el Valencia consiguió el golpe sobre la mesa que buscaba. El gol de Kang In también refuerza la gestión de partido de Voro y el efecto de los jugadores de refresco: Manu Vallejo, Cheryshev, Wass y Coquelin, inmprescindibles.

Capacidad de reacción

El Valencia tiene el calendario a favor. El equipo ha reaccionado dos veces en los dos últimos partidos: remontó el 1-0 de Granada para ponerse 1-2 y ante el Valladolid, después del mazazo de empate tuvo paciencia, manejó los tiempos e insistió hasta el final para conseguir la victoria. Esto no ha terminado.