Matemáticamente, aunque no depende de sí mismo, sigue siendo posible. Pero la realidad es que desde que volvió del confinamiento, y ya solo quedan una semana, el Valencia no ha jugado nunca como un aspirante a nada que no sea terminar en el abismo de mitad de tabla. Y gracias. El equipo ahora de Voro volvió a hacer el cuadro. Esta vez en Butarque, donde perdió contra un rival rudimentario. Un Leganés medio sentenciado que jugó una eternidad en inferioridad numérica, que perdió al principio por lesión a Kevin Rodrigues y que, limitado en condiciones y personal, estuvo al borde del abismo con un penalti en contra. Más decepcionante imposible para un Valencia que un día tuvo expectativas de Champions.

La mejor noticia es que solo quedan dos jornadas de suplicio. Un par de ratos para dar por finiquitado un ciclo y centrar la atención en otra parte: el nuevo entrenador, si habrá director deportivo, si lo sigue siendo Lim de facto o qué pasará con los jugadores de futuro incierto. La sensación de provisionalidad con ese horizonte es absoluta y eso se nota. En el club no hay cara y ojos ni portavoces que asuman responsabilidades. Tampoco en el campo, donde cualquier china es una piedra, donde todo se vuelve en contra. Como el penalti que tenía que haberlo devuelto al partido pero falló Parejo.

Desde esa parada de Cuéllar, que aguantó el tipo en la línea para acabar quedándose con el balón blocado, apenas se generaron un par de oportunidades aisladas: una falta, un remate de Florenzi y nada más. Así de pobre, así de triste. Ferran, el único con una marcha de más, fue el poco filo de un equipo chato como una canica. El que más hizo por romper el partido, sin duda. Marcó un gol, aunque en fuera de juego, y luego generó la expulsión de Jonathan Silva. Del resto de los que que entraron de refresco nada de nada. Ni siquiera Kang In, para el que se esperaba mejor suerte después del gol al Valladolid. Pero Voro, que hace lo que puede, no está para coplas.

Es evidente que el desafío de la Europa League está en las antípodas de las expectativas. Y que seduce lo justo. Entre eso y la avalancha de fútbol de garrafón cada tres días es hasta entendible que todos los pasos sean confusos y atropellados. Falta energía y orden. Pero es que los partidos, y este fue un claro ejemplo, se han convertido para el Valencia en pura burocracia. Desesperante. Cuando antes se cumpla el trámite mucho mejor. Cada día es un sacrificio. Lo fue el de Kondogbia, al que Melero pilló en directo tocando el balón con la mano en el área. Cierto que involuntaria. Pero el árbitro, consecuente cuando el VAR le chivó el que ocurrió en el área contraria, interpretó como toca la absurda norma según la cual los futbolistas tienen que ser playmobils. Nadie protestó. Jaume se puso a bailar sobre la raya pero Rubén Pérez, sereno, marcó a placer por el lado que le acabó regalando. Por buscar excusas ni siquiera se puede cargar contra la dichosa aplicación de la tecnología. Se rebobinó un empujón de Awazien sobre el propio Kondogbia, las manos del penalti y la amarilla que pasó a roja de Jonathan Silva por cazar a Ferran. Correcto.

Del colapso en la medular poco que no se sepa. Parejo sigue rumiando el juego. El invento de Coquelin en la derecha fue lo que faltaba para volverlo todo aún más pastoso. El cambio de Ferran al descanso fue la manera de reconocerlo. Con la friolera de 40 partidos como interino en el banquillo, Voro lleva cuatro de cuatro: sus alineaciones siempre tienen sorpresa. El gran objetivo del técnico, que no es poco, es evitar la sensación de derrumbe. Y encima hacerlo sin que, a diferencia de Celades, se le fundan los plomos. Pero milagros tampoco. Suficiente con tirar de jerarquía e invocar un estilo más directo, con menos manoseo.

Pero las botas pesan como losas. Y los chispazos de calidad son aislados. De los pocos reseñables, una falta que Parejo le puso en la cabeza de Diakhaby y que obligó a Cuéllar a sacar una buena mano. El portero se vino arriba después de haberse zampado un zapatazo de Guedes al larguero. Al portugués, acribillado a golpes, le costó un mundo entrar en juego. Lo mismo que al Valencia meter la cabeza en Europa.

Estas son las notas del Valencia frente al Leganés