Hace un año, con una emoción incontenible, la temporada se cerraba levantando un título al cielo de Sevilla y soñando con un Valencia que volvía a no tener techo. En las antípodas de este domingo, cuando el equipo bajó la persiana cariacontecido, fuera hasta de la Europa League Un adiós triste, no podía ser de otra manera, tras consumarse de manera rotunda el fracaso en mayúsculas de Peter Lim Y eso que después de diez jornadas a la deriva, el equipo jugó su mejor partido del post-confinamiento con una pizca de consistencia y poco más. Nada para tirar cohetes, aunque suficiente para mantenerse durante una hora a un gol del objetivo. Delante estaba un Sevilla finalmente cuarto que le ha vuelto a comer la tostada. A la postre Lopetegui se ha demostrado más efectivo en su faceta de técnico que en la de asesor.

El espejismo de un Valencia que con la victoria se metía en Europa No estaba en el guion que el fútbol, protagonista hasta el derechazo de Reguilón, se colase en el Pizjuán. La noche parecía con espacios reservados para los detalles. Algunos, junto al de Ferran, tan simbólicos como la despedida de Parejo Encima contra el equipo que le vaticinan los oráculos. A Monchi siempre le gustó, aunque en el mercado Campaña sea una opción menos económica pero con más posibilidades. El capitán, que venía de un penalti fallado en Butarque, rozó el gol de falta y mantuvo medianamente el tipo en la medular. Hasta que Reguilón, que la derecha la tiene para apoyarse, le pilló por medio. El capitán, siempre bajo la lupa, se interpuso en su camino sin poner la pierna dura y trató de consolarse luego en sus protestas por una supuesta falta previa a Wass. Paradigma de la ternura defensiva de un curso con 53 goles en contra.

En un partido de paladar triste, lacrimógeno por los recuerdos, el Valencia trató de sublevarse en el primer acto a sus meses de calvario en LaLiga. Fue la primera vez desde finales de diciembre en la que no sucumbió a las dificultades. Al menos de buenas a primeras, como cuando la lesión de Guedes, autor del único disparo entre palos de jugada. Una acción aislada de las que lo definen. A su envío telescópico casi desde València respondió Bono. Pero la siguiente vez que apareció en pantalla ya estaba roto. Como jugador franquicia lo del portugués es inaudito y ataca de plano a la parcela médica, una más de las que están bajo sospecha. Se tiró parado cuatro meses por un mal diagnóstico, amagó con un problema el día de la rebelión contra Osasuna y un pinchazo en el abductor lo privó del último servicio. Voro, apurando los tiempos, prefirió esperar antes que correr a quitarlo. Sin embargo, vendarlo fue lo mismo que ponerle una tirita. Los minutos que aguantó de vuelta en el césped fueron una lágrima. Lo dijo que todo que fuese el árbitro quien paró el partido para que se saliera.

Llegar a la última jornada con opciones fue prolongar la agonía. El Valencia dependía de los resultados y hasta los rivales, una vez más, se empeñaron en mantenerlo con vida. Principalmente el Getafe de Bordalás. El VAR anuló cuatro goles en La Nucía, tres de ellos a los madrileños, que para postre fallaron un penalti y perdieron con un gol del Levante sobre la bocina. Ni por esas. Imposible no acordarse de los puntos que se han ido quedando por el camino. Habría sobrado con los del penalti de Diakhaby o los del Leganés jugando contra diez. Desastre. El Sevilla pudo marcar más pero no le fue la vida en ello, ni siquiera a un ex de colmillo afilado como Munir.

Termina por fin una temporada en la que los ha habido deportivos, en especial con Celades, pero en la que la carretera ha estado plagada de baches de todo tipo. Para más inri, en cada socavón germinaba un narciso. El mayor de todos, Peter Lim, cuya cuota de protagonismo es directamente proporcional a las desgracias del equipo. Su figura ha presidido todo el proceso de descomposición. Un periodo en el que nadie tocó las teclas necesarias. Apenas lo intentó un Voro con claroscuros en el reto de ejecutar una sinfonía en mitad del ruido. Para él, que cruzará los dedos para que de veras sea el último, también se termina el calvario. Tras encajar el 1-0 pareció darse por vencido al tardar una eternidad en mover el banquillo y rescatar de él a Kang In, la enésima paradoja. Sin un líder estable desde el despido de Marcelino se corría el riesgo de que acabara cundiendo la falta de compromiso e implicación. Los futbolistas no le quitaron la razón a los agoreros.

A expensas de confirmarse el nombre del nuevo entrenador empieza un nuevo ciclo. Aunque de salida se conservan la mayoría de los defectos que se han llevado por delante el último. El proceso de selección, tan rocambolesco como de costumbre, no invita al optimismo. Que la última palabra sea la de Lim es para echarse a temblar. Y eso que, a expensas de un volantazo, el de Gracia no se ajusta al temido rol de advenedizo. El navarro se perfila como el superviviente de una carrera en la que abundaban los técnicos que se parecían entre sí lo que un huevo a una castaña. Murthy, el valido de Lim en la ciudad, ha liderado las negociaciones. Entre los que lo avalan está Corona, lo más parecido a la herencia del dimitido César. Una de las pocas muescas deportivas que quedan en la recámara. Bordalás y Baraja, dos de los aspirantes, se han despedido de sus objetivos en LaLiga. Lo amarró por el contrario el Sevilla de Lopetegui. Hay que cruzar los dedos. Ojalá Lim no vuelve a estropear lo próximo que toque.Estas son las notas del Sevilla - Valencia CF