Era el 2 de agosto de 2010, casi con tanto calor como el que sufrimos en estos días y con la resaca del título mundial conquistado en Sudáfrica todavía reciente, se despedía en la ciudad deportiva uno de los futbolistas con un palmarés más importante en la historia del club. Dos Ligas, una Copa de la UEFA, una Supercopa de Europa, una UEFACopa del Rey. Carlos Marchena se marchaba haciendo el mismo ruído que cuando llegó, es decir, ninguno, a pesar de que salía del club de Mestalla para fichar por el Villarreal.

Carlos Marchena, sevillano de Las Cabezas de San Juan, llegó al Valencia CF en el verano de 2001 de la mano de Javier Subirats, que cerró el fichaje gracias a un intercambio con el club lisboeta en el que entró el esloveno Zlatko Zahovic. Tenía 21 años pero pronto se convirtió en un futbolista importante en la rotación de Rafa Benítez, tanto en el centro de la defensa como por delante, en posición de mediocentro defensivo. Acabó jugando nueve temporadas en el Valencia, es y será siempre uno de los héroes que conquistaron el Doblete en 2004 y lució durante varias temporadas el brazalete de capitán. Ese verano de 2010, sin embargo, el club estaba en liquidación y vendió prácticamente toda su participación en la Roja que había tocado el cielo en Johannesburgo, con la única excepción de Juan Mata. El mismo día que Vicente del Bosque daba la lista para el Mundial, se anunciaba el traspaso del Guaje Villa al Barcelona por 40 millones. Durante el torneo, David Silva era vendido al Manchester City por más de 30. Por último Marchena, que a punto de cumplir 31 años se marchaba al Villarreal por la sorprendente cantidad de 2'5 millones.

Se despedía por la mañana del Valencia CF para presentarse por la tarde en El Madrigal, hoy La Cerámica, pero no hubo reproches aunque sí algún mensaje: «Todos sabéis la coyuntura en la que se encuentra el club, la decisión ha sido conjunta, era bueno para todos y no hay más palabras que decir. No me voy dolido con nadie, me voy de aquí y llevo los mejores momentos, no me voy con ningún rencor, cada uno es dueño de la conciencia y yo la tengo muy tranquila, quien no la tenga tranquila allá él».

Este fue el discurso del jugador, tipo duro que sabía marcar el terreno en el campo, y al pocas veces durante todo el tiempo que vistió esta camiseta (en realidad nunca) se le había visto emocionarse como ese día: «Es un día raro para mí, con sonrisas y lágrimas, me estoy despidiendo de mucha gente esta mañana, luego a la tarde encontraré a nuevos compañeros para empezar una nueva etapa.Vengo aquí a dar palabras de agradecimiento. He estado nueve años aquí, me he sentido muy bien, el Valencia ha sido para mí un hogar. Quiero dar las gracias al club por darme la posibilidad de jugar nueve años, de jugar muchos partidos y de haber conseguido logros que ni siquiera me imaginaba. Liga, Copa del Rey, UEFA, he podido ir a la selección. Ha sido un orgullo para mí haber vestido los colores de la selección siendo valencianista. Quiero dar las gracias por todo ello. Siempre les estaré agradecidos, me trajeron de Portugal a una nueva etapa y he estado nueve años aquí encantado de la vida. He tenido el orgullo de ser el capitán del Valencia que es la figura más representativa de la ciudad y me voy con la conciencia tranquila. Siempre he mirado por el bien del club independientemente de quien era el entrenador o el escudo. Yo siempre he defendido el escudo y he luchado por la historia que tiene este club y por todo lo que representa para la entidad. He intentado representarlo con dignidad y con orgullo. Todo lo que he hecho ha sido por pasión por estos colores y por este escudo. Me voy muy tranquilo y orgulloso de la etapa que he vivido. Quiero dar las gracias a la afición que me ha acogido desde el primer día con mucho cariño».