La historia del Valencia CF "¿Meriton? Estamos ya en los minutos de la basura", dice con cierto optimismo.

¿Quién es Salva Raga?

—Un valencianista de 52 años que tiene el grandísimo honor de ser el presidente de la institución más importante que hay vinculada al Valencia CF que es la Penya Valencianista per la Solidaritat.

—Cuénteme sobre esa Peña...

—Pues esa peña es la gran creación de dos tipos tremendamente talentosos, un hombre y una mujer, José María Tomás es un referente dentro del mundo de la judicatura valenciana, que además es el ejemplo de que personas que tienen mucho poder, pueden tener una mirada humilde y tierna para la gente que más sufre, y para mí ha sido una gran oportunidad en la vida, primero siendo su alumno y después estar dentro de su equipo en la coordinación de proyectos de Valencianistes per la Solidaritat, y finalmente ser su amigo y ser su sucesor dentro del liderazgo de una institución que lo único que hace es enseñarle al mundo que el Valencia CF está para dar una vida mejor a los necesitados.

—Una canción de La MODA dice '¿dónde están los que pueden cambiar el mundo solo con mirar?', y hay personas que tienen el poder de hacer que el mundo sea mejor. José María Tomás y Tío es una de ellas.

—Es verdad. Y estamos en una sociedad con ausencia de referentes. Cuando hay una persona que es blanca, es transparente y además su amor por el escudo del Valencia es indudable, creo que tenemos que poner el foco ahí, en gente que dé ejemplo, en gente que respeta y que ha demostrado históricamente que incluso en los momentos que tenemos la sangre más caliente consigue bajar el perfil para decir cosas tremendamente inteligentes.

—Explique eso de que hace conferencias sobre el Valencia CF.

—Soy un apasionado de la historia del Valencia CF, pero sobre todo, soy un apasionado de la historia de los 50 primeros años. Para mí, la historia del Valencia se me acaba en la liga que gana Don Alfredo Di Stéfano en 1971. La historia del Valencia es algo más que una afición, si te contara la cantidad de anécdotas que he vivido en pueblos perdidos de Cuenca, de Albacete...

—Cuente, cuente...

—Funciona mucho el boca a boca, y cuando haces conferencias en diferentes pueblos siempre hay alguien que piensa que puedes ir al suyo. Yo lo único que digo es, 'voy a ir con tres colegas a tu pueblo y quiero que me prepares un lugar que quepan los del Madrid, que quepan los del Barça y que quepan los del Valencia', y hablo con tremendo respeto porque mi obligación es de decirle al mundo cuándo empezaron a escribirse las primeras páginas gloriosas de la historia del Valencia. He tenido la tremenda suerte de que por mi casa pasaron todos. Eizaguirre, Igoa, Epi, Gorostiz... Puchades venía cada dos por tres, como Pasieguito, Badenes, Piquer, Buqué... Y yo he sido muy esponja y muchas de las cosas que contaban, que a mis primos les parecían un coñazo, a mi me apasionaban. Recuerdo que se cerrara la calle de San Vicente cuando Don Ignacio Eizaguirre venía con uno de los diez coches que tenía, y en la Cruz Cubierta ya estaba la gente esperando a aplaudir el coche de Eizaguirre, porque sabían que venía al molino de Raga en Benetússer. Esto generó en mí una necesidad de contarle estas cosas a los demás.

—También eran héroes.

—Hay un componente político muy importante. Durante la Guerra Civil hay jugadores del Valencia como Abdón o como Conde que no vuelven a jugar, e Iturraspe es uno de aquellos que se salvaron por su gran jerarquía, porque era el gran capitán y tuvo la valentía de decirle a Companys por qué Zamora estaba en una cárcel en Madrid, ya que nunca hizo nada a nivel político. Pero claro, querían enviar el mensaje de que quien se mueve de la foto, ese sí que no salía. Entonces, el Valencia, que a partir de los 40 se convierte en el equipo más victorioso y más glorioso de toda la Primera División española, tiene un componente político muy importante, el Valencia está lleno de vascos, Eizaguirre, Juan Ramón, Iturraspe, Lekue, Igoa, Gorostiza, Mundo... Casi todos son vascos porque vienen del frente del norte a pegar tiros al frente de Teruel, ven que juegan bien en el equipo del Regimiento de la Recuperación de Levante, y cuando acaba la guerra, les dicen, vosotros no os volvéis al País Vasco, vosotros os quedáis aquí porque tenemos que refundar el Valencia. Y eso hicieron.

—¿Qué conclusiones saca de su 'evangelización' valencianista?

—Uno palpa lo que es ese valencianismo periférico, de diáspora en un pueblo pequeño de Cuenca... Mira, yo estuve en un pueblo de Toledo y vi una de las historias más bonitas que puedas imaginar. Allí las distancias entre pueblos son muy grandes. Pues en un área de 50 kilómetros hay cinco pueblos y en cada pueblo hay uno, dos o tres del Valencia. Pues bien, cada vez que el Valencia jugaba un partido, tenían la obligación de juntarse todos en el pueblo que tocara para ver al Valencia, y me llaman para ver si podía ir a hablar del Valencia. Esto es el valencianismo en pueblos donde ser del Madrid es muy guay, donde ser del Barça es ser muy guay, donde, incluso, ser del Sevilla o Atlético de Madrid empieza a ser más guay que ser del Valencia...

—¿Y qué respuesta obtiene?

—Otro ejemplo, fui el último que juntó en Mestalla a Don Antonio Puchades, a Quique Martín Navarro, a Mañó, a Paco Sendra, a Piquer y Guillot, todos allí juntitos, para que contaran sus movidas. Cuando pones ese vídeo en esas conferencias, al final hasta el más escéptico baja el tono y se da cuenta de que vienes de València y hablas de la sociedad, de posguerra, de jugadores que sufrieron hambre. Son verdades universales, se revierten de historia del Valencia o de otro equipo.

—Esto recuerda a una de las grandes historias del fútbol, a la épica de las épicas: La película Evasión o Victoria. También tenemos ese pasado pero no presumimos de él...

—Absolutamente y sobre todo cuando la épica se hace de una manera no institucional.

—Es que el germen de la épica debe ser espontáneo, nunca impuesto...

—Por eso estoy contento ahora de gente como Lahuerta, Albert Cardà o Sergi Calvo porque acaban contando todo ese semiproceso. ¿Tú sabes el grupo de Últimes Vesprades a Mestalla la cantidad de historias absolutamente apasionantes que están contando, en este caso a beneficio de la chica burbuja, Elvira Roda? Tenemos la obligación de ser los altavoces de unos valencianistas que se jugaron la vida en campos infames. Después pasa que presumir de ser valenciano por ahí acaba convirtiéndose en ser un tío microcósmico, en ser un tío que básicamente no ve más allá, un tío poco viajado...

—Me gusta más microcósmica que endogámica...

—Sí, historias que tienen poco de relumbrón pero que para mí son las historias del Centenario. Ahora hay mucha gente que escribe muy bien en el entorno del Valencia CF, en esto de la literatura futbolística sales de Fontanarrosa y no hay más, pero yo conozco el asunto y te digo que quién está dando ejemplo al mundo de contar historias pequeñas y hacerlas superlativas, son toda esta gente que se está buscando la vida en el valencianismo y eso tiene mucho que ver con lo que estás diciendo. Endogamia, nos contamos unos a otros y decimos 'xe, que de puta madre es esto', pero afuera se quedan con las bofetadas, porque sacar pecho por ser del Valencia ahí fuera es jodido debido a este teatrillo en que se ha convertido el día a día de una institución que nunca en la vida alcanzará la paz social.

—¿Nunca?

—Desde las Germanías los valencianos tenemos el germen de matarnos unos a otros aunque no sepamos si somos tirios o troyanos, galgos o podencos, o qué es lo que somos. En el ADN valenciano está el presumir de que al vecino te lo has cargado. Eso ha pasado, en las Germanías y casi siempre, porque viene uno de fuera y convence a una parte de los de aquí de que la otra mitad en nuestro territorio sobra. Se repite de una manera cruel, en las Germanías, en la expulsión de los moriscos, cuando tumbamos las murallas, en la Guerra del Francés, en la Guerra de Sucesión, con los Borbones contra los Austrias... Es que se repite siempre, y casi siempre ganan los madrileños. Y las guerras duran muchos años porque las 'vendettas' familiares acaban diciendo que aquel fusiló a tu abuelo...

—¿Somos un poco sicilianos?

—Aquí no se pueden dejar rehenes.

—Hemos definido la sociedad valenciana, somos los propios valencianos los que desprestigiamos al valenciano que triunfa y se me ocurre por ejemplo Blasco Ibáñez o Ximo Bayo. Si Chimo Bayo fuera catalán o madrileño, sería una institución.

—Siempre esperamos que venga alguien de fuera para salvarnos de nosotros mismos.

—De Singapur...

—De Singapur o de Cataluña, o de Madrid o de Murcia, da igual. Cuando haces hoy una disección la conclusión es que hemos fracasado estrepitosamente como sociedad, y esta sociedad no tiene remedio, y hay que reconocerlo. Estoy hablando de la sociedad civil valenciana, que finalmente se traslada al circo romano que hoy es el fútbol.

—Bancos, televisiones, fútbol...

—Somos la primera sociedad que perdió su institución financiera, el Banco de València se cayó, fuimos los primeros que perdimos una televisión autonómica...

—¡Los únicos! No cerraron ninguna televisión autonómica más.

—Muy bien. Fuimos los primeros que no conseguimos que el Valencia CF, cuando se puso en el escaparate, hubiera una legión de hombres buenos que diéramos una solución desde aquí, porque todas las miradas acababan dirigiéndose a una persona que ya tenía bastante con haber conseguido que tengamos baloncesto de primera en esta tierra y que finalmente, se haya conseguido recurrentemente el segundo título europeo un año, y otro, y otro, al ejemplo, desgraciadamente, del Sevilla pero en versión baloncesto. Y yo tengo que recordar que a Don Juan Roig, en La Fonteta, se le ha pitado y supuestamente con un público más erudito y preparado. En un deporte en el que en teoría no caben todas las frustraciones personales y tal. Ahí es dónde yo me quejo, pero después, das un vistazo a lo que pasó con Amadeo Salvo, y yo no voy a entrar en este tema si no ahí ya acabaríamos. Yo pensaba que veíamos la luz al final del túnel, porque el Valencia estaba a mitad tabla y había ahí un señor que se equivocó rotundamente -yo creo que para su desgracia y no conscientemente- pero convenció a la gente de que teníamos una buena opción para perpetuar su dirección del Valencia. Él fue la cuarta víctima de la película junto a Rufete, etc, pero la gente entendió que estábamos en un momento crucial de nuestra historia, que teníamos que dar soporte a unas personas que por lo menos llamaban a la gente a Mestalla, después que si cartulineros, populistas, falleros, lo que quieras. Cainismo. Cainismo. Siempre habrá resultadistas...

—La esencia es que la gente entendió que era un momento para estar.

—Has nombrado a Blasco Ibáñez, ausencia de liderazgo total en este territorio, porque seguramente quien tenga el liderazgo ahí escrito, o bien se va de València para ejercerlo en la IBM, en Euler Park o no sé cuántos, o en la Filarmónica de Rotterdam, porque aquí sabemos que en cuanto uno destaca un poco, '¿ese tío?, ¿cómo va a destacar ese tío?'. Estamos pidiendo un partido valenciano para que València tenga algo de poder de decisión... ¿Quieres uno? No, 17. Salen 17 lidercillos de Taifas. Y Amadeo Salvo, después de esta ausencia casi finisecular de liderazgo en la Comunitat Valenciana, pues a mi me parece que nos reconcilió con algo que no estamos acostumbrados, a informar, a pedir opinión, y finalmente a sugerir. Dentro del conocimiento de lo que estaba gestándose en los despachos y en las diferentes opciones que había pues... Amadeo Salvo fue una isla en varias décadas en las cuales no se veía una opción de nada, pero claro, leer el partido cuando sabes el resultado...

—Estamos jugando todos el mismo partido pero nos empeñamos en que haya valencianistas que no sean de los nuestros porque piensan diferente a nosotros.

—Sí señor, sí señor. Pero es que necesitamos la etiqueta, tú eres de tal o tú eres de cual, y a partir de ahí sabemos que tú estás en la otra parte de la trinchera, y empieza la batalla campal. No me gustaría que este fuera el titular de la entrevista pero creo que estamos en una sociedad donde no nos podemos ver los unos a los otros en cuanto variemos un poco el discurso, porque al final estamos destinados a intentar aniquilarnos, y esto es más de lo mismo en la historia que hemos vivido desde el siglo pasado.

—¿No es mucho simplificar reducir esto a 'nos ha pasado toda la vida'? El desapego actual es tremendo y no tiene precedentes.

—Tendríamos que hablar de que si el Valencia es Meriton, Peter Lim o Anil Murthy... Carlos, estos van a pasar más pronto que tarde.

—Falta saber el día.

—No hay desafección porque la batalla campal que estamos viviendo hoy de tirios contra troyanos es porque estamos más afectos que nunca. Estamos más afectos a la marca que nunca porque entendemos que lo que está pasando es lo suficientemente grave como para que al menos sospechemos que hay un personaje que está intentando despatrimonializar el club, que en el momento en que te deje las telarañas de los despachos dirá, 'señores, refunden ustedes la situación', pero por encima de nuestro cadáver tendrán que pasar.

—Hay un mensaje optimista ahí.

—Absolutamente. Yo estoy tremendamente contento de estar escuchando balas por una parte y otra.

—Es la batalla que precede a la salida de Meriton.

—Sí, pero nos lo hemos buscado, tenemos ahí un fósil con forma de molusco en la Avenida de Las Cortes Valencianas, que es realmente el icono de lo que quisimos ser.

—La vivificante caricatura de lo que quisimos ser.

—Yo no paso por allí desde hace muchos años porque ya sé por dónde pegar la vuelta... Es el estar recordándonos en el momento que decidimos formar parte del top-10 de toda Europa, porque deportivamente estábamos ahí, y no miramos si en el casco había algunos agujeros por donde entraba el agua.

—A veces pienso que apuntar exclusivamente contra Meriton es injusto, el problema viene de muy atrás.

—Supongo que a Juan Soler la vida le ha convencido de ser un personaje que no tenía que ser y, finalmente la gran pantomima, el gran culebrón de despachos del Valencia iba en perpendicular a los años más gloriosos, dos finales de Champions, ganas dos ligas, el primer club del mundo en el Instituto de Estadística y mientras un presidente le pega un navajazo al otro y el de más allá espera a que se maten los dos... Es que está en nuestro ADN, es que somos traidores. Si es que tú te vas de València y preguntas en Murcia, donde sea y... Te juro Carlos que pensaba que los valencianos éramos una gente acostumbrada a poner etiquetas, los andaluces son vagos, los catalanes son tacaños, los madrileños son chulos, los gallegos ni idea de lo que son, los... yo pensaba que un valenciano era un tío de costa, de mar, no somos bronquistas, no somos reivindicativos, perfil bajo. Para mí la gran sorpresa fue, cuando vas por tu negocio en Valladolid, o Granada... tío, los valencianos tenemos fama de ser gente de la que uno no se puede fiar, ¿te lo explicas? Para mí fue una sorpresa pero ya lo tengo digerido.

—Han pasado tantos pueblos diferentes por Valencia...

—De tantísimas civilizaciones que han querido estar aquí, bañándose en las playas de Jávea y Denia, comiéndose las naranjas de no sé qué, las uvas del Vinalopó, las trufas de Benicarló... pues al final han venido aquí a pegarte chufas y claro, el que venía de fuera tenía que convencer a la mitad contra la otra mitad...

—La dualidad Madrid-Barcelona. El Valencia tiene la capacidad de sacar la cabeza entre Madrid y Barcelona. Y cuando quiere ser Barça o Madrid se pega el gran batacazo, y ahí tenemos el estadio.

—Pero mira yo creo que el propósito de haber encontrado con la generación de futbolistas más brillantes de tú historia, sin remontarnos a los años 40, pero haber encontrado ahí con unos jugadores que recurrentemente durante cinco años estuvieron peleando por todo, al final acaba contaminando la historia. Si esa pretensión de estar en el Top-10 era tremendamente legítima, pero tenemos que darnos cuenta de qué tamaño de ciudad tenemos.

—Tiene lógica, si el espíritu del Valencia es la voluntad de querer llegar, y ya que hemos llegado tras 80 o 90 años intentándolo, pues vamos a quedarnos. Y nos la pegamos. Un drama histórico y de conciencia...

—Absolutamente. Sobre todo porque después te das cuenta de que eso acaba afectando a la sociedad con un sentimiento de frustración. Esta sociedad decadente en la que estamos, con un campo a medio construir, con un señor que nos prometieron que iba a ser el Abramovich del Chelsea, o iba a ser el jeque Al-Thani... y no el jeque del Racing de Santander ni el jeque del Málaga, etc, etc. Al final eso acaba trasladándose a una sociedad que acaba deprimiéndose, acaba no sacando pecho, pero yo veo lo que veía, mientras se sigan pegando tiros... creo que lo peor que puede pasar en esta película es el conformismo. Esto nos lo hubiéramos buscado habiendo plantado el cultivo para que venga el señor de Singapur y entienda que este debe ser su campo de pruebas para con su socio el portugués. Cuando destaca un jugador, inmediatamente fuera y a traer otro a precio de oro. Nadie entiende fichajes por determinado precio por determinado jugador, cuando se nos manda un mensaje de austeridad. Mientras no genere conformismo, mientras al final estemos todos cabreados, mientras estemos sufriendo lo que estamos sufriendo ahora mismo, mientras esté el fuego encendido...

—Es la flor que crece en la basura.

—Sí. En la única canción memorable de Los Girasoules, grupo de música valenciano, hay una frase que me parece un epitafio que debería estar en el mundo cuando ponía frases famosas y que dice...

—"La gente me ha etiquetado, dentro del ranking social, entre los vinos baratos que se usan para guisar".

—Bueno, pues eso es de lo que el valencianismo tendría que huir. Eres un vino que en un momento determinado aspiró a ser un Ribera del Duero, pero se quedó en una denominación de origen de tercera, y al final acaban usándote para guisar cuando no hay más noticias, estos programas de deporte de la MEGA y esas cosas, para ellos el Valencia es el vino para guisar.

—Si hasta quisimos desbancar al Gran Premio de Montecarlo...

—Hubo tres proyectos. Uno el de la Fórmula 1, que fue una realidad pero después se fue por la alcantarilla; el museo de Ferrari y el museo de la FIFA. La voluntad de querer llegar está bien si eso no te hace olvidar que tú tienes muchos barrios alrededor de la zona cero donde quieres atraer yates, quieres atraer barcos de cruceristas, donde quieres atraer un turismo... Es que venimos de una realidad en la que el puerto de València era un puerto donde no había ni prostitutas. Fíjate si es jodido, que una zona portuaria no haya prostitución de nivel C. En València no había. Tú tenías un puerto de contenedores, un puerto sin vida en una avenida infame, que era la Avenida del Puerto, que te mete directo en la Avenida de Aragón sin saber qué es lo que pasa allí al lado, los tinglados allí muy bonitos, el edificio del reloj... No había barrio portuario. El Cabanyal y Nazaret eran barrios que estaban arrinconados entre vallas y donde estaban todos los contenedores. Cualquier decisión que tomaras era mejorar las cosas.

—La metáfora del prostíbulo tiene su punto... Cuando València fue una de las ciudades más importantes de Europa, en el siglo de oro valenciano, era conocida por su prostíbulo, que no deja de ser síntoma de comercio, de riqueza, poder. Y con ello florece la cultura con Ausiàs March, Joanot Martorell, Jaume Roig o Sor Isabel de Villena.

—La pobla de les fembres pecadrius... Ahora los barcos que vienen aquí son para descargar contenedores y se van...

—¿Cómo le explicamos todo esto a Peter Lim? Lo del prostíbulo del siglo de oro valenciano como símbolo de riqueza, lo de los valencianistas de Cuenca y Toledo, lo de la posguerra...

—¿Es preciso? Yo creo que no.

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Sergi Calvo: "Mi temor es que dejen caer el Valencia CF".

Marcos Colomer: "¿Cómo nos van a tener en cuenta si no nos necesitan?".

Josep Bosch: "Meriton es y será una anécdota, el Valencia CF tiene 101 años de historia".

Albert Cardà: "Me jode que Meriton tenga la capacidad de dividir a la afición del Valencia CF".

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