Javi Gracia tiene la palabra. La jornada del cierre de mercado confirmó que Meriton le ha dejado tirado, abandonado a su suerte. Lo mismo se puede aplicar a la plantilla, necesitada de un extra, de jugadores específicos para funciones que no van a poder ser interpretadas. Hay perfiles que no existen, faltan eslabones naturales en la cadena. La próxima intervención pública del míster promete, aunque su discurso tampoco supondrá una revolución respecto a las ruedas de prensa que viene ofreciendo desde la jornada uno. La etiqueta literaria viene al caso, porque el proceso culmina como crónica de una muerte anunciada. La realidad siempre supera la ficción y así ha sido. El aviso estaba lanzado, pero no era fácil de creer.

Las carencias de la plantilla se han hecho evidentes. Puede salir Betis o puede salir Real Sociedad; partidos sin margen de error, en cualquier caso, y una temporada sujeta a planteamientos perfectos y alto rendimiento constante. Gracia sabía lo que había, era consciente de la necesidad financiera-salarial, entendió que debía adaptarse, trató de ayudar y después asumió un ejercicio de mínimos que no se ha concretado. La pizarra, la imaginación y el trabajo tienen un límite.

Exhibición de inoperancia

El Valencia ha protagonizado su peor mercado de siempre, el peor mercado de un club de las cinco grandes ligas en esta ventana de verano, compleja y difícil para todos. Se han ido futbolistas capitales. La única manera de dar potencia a esa apuesta era firmando (buenos) recambios. El sinsentido es histórico. Han sido semanas de mentiras, renuncios e intentos fallidos. Ha faltado de todo desde la parte más alta de la pirámide. La ruptura es irreversible. Javi Gracia ha mordido y ha apretado... la respuesta de Peter Lim ha sido contundente: desinterés. El Valencia peleó algunas alternativas a última hora, pero a última hora podía suceder lo que ha sucedido. Demasiado tiempo perdido, horas de trabajo que se quedaron sin vida. La hoja de ruta que arrancó con Celades y César Sánchez ha terminado con Corona y Javi Gracia hundidos. Había un guion, una planificación sujeta a varios escenarios, del malo al peor... nada ha cristalizado y así se han ido perdiendo soluciones

Sin objetivo, sin profundidad

El equipo puede competir y puede ser competitivo, pero es demasiada responsabilidad para el entrenador y para un grupo de futbolistas que han demostrado que quieren, pero que necesitan unas garantías. Se ha marchado la piraña del centro del campo, el mediocentro organizador, dos laterales derechos, el central que ordenaba al resto, el delantero que conectaba finalización y creación, uno de los mayores talentos jóvenes del fútbol español -capital por desequilibrio- y se ha recuperado a Uros Racic, Lato, Álex Blanco y Jason Remeseiro, se han promocionado a una serie de jóvenes que tienen un contexto fácil en minutos, pero difícil por exigencia. Apostar a Jaume Domènech o a Cillessen, a Gayà, a Gabriel, a Wass, a Kondogbia, a Carlos Soler, a Kang In, a Guedes o a Maxi es mucho apostar. Son buenos y pueden ser mejores, no todo es terrible, pero falta un plan, un objetivo, faltan recursos, perfiles, profundidad.