La inacción de Peter Lim sigue dejando secuelas sobre el terreno de juego. Poco ha podido cambiar Javi Gracia durante las dos semanas sin competición de Liga. Los principales males de la derrota con el Betis se replicaron en La Cerámica. Si hace dos semanas fueron Canales y Fekir los que camparon a sus anchas por Mestalla para hacer fluir el juego de los verdiblancos, el domingo fue Dani Parejo para obligar a los valencianistas a pasarse la mayor parte del tiempo corriendo detrás del balón lejos de la portería de Asenjo.

El destino malévolo quiso que fuese precisamente Parejo, desterrado por Meriton, el que desnudara las carencias del Valencia simplemente mirándose en el espejo del centrocampista de Coslada. El organizador que tuvo, y que no tiene ya porque el propietario no permitió a lo largo de dos meses de mercado el fichaje de un creador que sanara una herida que continúa sangrando. Más, si cabe, después de la posterior venta de Rodrigo Moreno: conector incansable de la corriente de fútbol entre el mediocampo y la delantera.

Los daños impactan a simple vista. El juego del Valencia carece de poder canalizador, algo que se evidencia en mayor grado frente a rivales con calidad y efectivos suficientes para hacerse con el control. Parejo y Trigueros, con Iborra de escudero, dominaron la posesión del balón. Desde la paciencia, el Villarreal Replegado demasiado cerca de Jaume Domènech llegaron los errores en cadena de Gayà, Thierry Correia y Gabriel Paulista que derivaron en el penalti y el gol de Alcácer que lo puso todo a contracorriente a los pocos minutos del comienzo.

El Valencia ha perdido capacidad creativa, orden y juego asociativo. Las decisiones de la propiedad rompieron un sistema de funcionamiento para después decidir no regenerarlo. Mientras Gracia ensaya con un intermitente Guedes en la posición de Rodrigo, mientras Soler debe recuperar a toda prisa los automatismos del rol de organizador que no ejerce desde hace años, o se espera la explosión de Kang In, el blanquinegro involuciona hacia un equipo sin fútbol. Combativo, sí. Pero que ataca principalmente a latigazos, a destellos, como el obús de Guedes para empatar en el minuto 36. El tercer y último remate a portería del Valencia en el partido.

Tras el descanso, la mejora en la actitud sirvió para adelantar la línea de presión y dificultar el juego del Submarino hasta que Parejo lo hizo emerger con el 2-1. Ya no hubo respuesta con Maxi aislado. Sin nadie capaz de abastecer al goleador. Lee la crónica y ve el vídeo del partido, aquí.