«Yo solo conozco una manera de arreglar esto que es con trabajo muy duro y seguir manteniendo un estado anímico lo más alto posible». Fueron las palabras de Javi Gracia pasadas las once de la noche minutos después de la derrota en Elche. Doce horas después, el técnico del Valencia CF reunió a sus jugadores en el césped del Antonio Puchades -titulares, suplentes, lesionados y no lesionados- para analizar en una charla constructiva los errores del Martínez Valero y, sobre todo, establecer con vistas al futuro inmediato un comportamiento dentro del campo que tienen que ser innegociable en este Valencia a partir de «ya». La plantilla se marchó a sus dos días libres de descanso -el equipo no entrenará ni el domingo ni el lunes- con la lección aprendida: sin jugar al 100% se pierde hasta contra el último de los recién ascendidos a primera división. Así de duro, pero también así de fácil de comprender.

«Constancia" y "predisposición». Fueron las palabras más repetida por Javi Gracia. El técnico ha insistido desde el primer minuto de la vuelta al trabajo en la necesidad de salir con más predisposición en las primeras partes y ser más constantes en los partidos. El navarro no quiere un Valencia bipolar de dos caras. La consigna del entrenador, más allá de que las cosas salgan bien o mal en los partidos, es jugar con los cinco sentidos desde el minuto uno al noventa independientemente del resultado y las sensaciones en el campo.

Gracia no entonó un tono de bronca. Todo lo contrario. Quiso destacar también que durante la segunda parte el equipo hizo muchas cosas buenas y que lo único que había que hacer es trasladar todo eso a la primera parte. El técnico no duda de la actitud y las buenas intenciones de sus jugadores, lo dijo públicamente en la rueda de prensa post-partido, pero su preocupación es que esa buena voluntad no se refleje en el terreno de juego. Especialmente en las primeras partes.

El técnico también incidió, como ya había hecho la semana anterior en el vestuario, en la necesidad de no encajar goles en los primeros minutos porque luego cuesta mucho darle la vuelta a los partidos. Los datos son sangrantes. El Valencia ha encajado goles en cinco de los siete partidos de LaLiga. Cuatro de ellos -Celta, Betis, Villarreal y Elche- acabaron en derrota. Solo contra el Levante el equipo fue capaz de darle la vuelta al marcador.

La única lectura positiva de la derrota, más allá de la reacción de la segunda parte, es que los jugadores se dieron cuenta del error colectivo y asumieron desde el primer momento la responsabilidad de la derrota y eso no suele ser habitual en un vestuario profesional acostumbrado a repartir culpas. La autocrítica de Carlos Soler al final del partido - «hemos tirado el partido a la basura en la primera mitad»- se eleva a todo el vestuario y eso es un buena señal en medio de esta bola de crisis y problemas institucionales/deportivos que cada semana se hace más grande.

La plantilla sabe que no se puede permitir el lujo de jugar como en la primera parte de Elche y más teniendo en cuenta que el próximo rival de la LaLiga es seguramente el mejor ejemplo del campeonato de ser un equipo constante desde el primero al último minuto del partido. El Getafe de José Bordalás exigirá la versión más intensa y competitiva del Valencia. De no ser así, será imposible no solo ganar, sino empatar. Ya nadie duda de eso.

La derrota en Elche, la charla y el análisis de las consecuencias de seguir concediendo tanto en las primeras partes tienen que servir de punto de inflexión en esta arranque de temporada. El problema es que a Gracia no solo le preocupa lo deportivo. Hay un componente mental que está pasando factura a los jugadores y que el técnico necesita solucionar a base de actitud positiva y, por supuesto, victorias. «Necesitamos un buen resultado para ganar confianza», decía Gracia al final del partido. Hay una frase de Soler -«O jugamos como en la segunda parte o no nos da»- que tiene un trasfondo peligroso. Los jugadores ahora mismo se creen peores de lo que son a nivel individual y colectivo y eso es un síntoma de preocupación porque la cabeza siempre manda sobre las piernas.

El vestuario atraviesa por un momento bajo y los pesos pesados están obligados a alzar la voz. Los han hecho los capitanes José Luis Gayà y Jaume Domènech de puertas para adentro, lo hizo Soler delante de todo el mundo en el 'flash' post-partido y también Gabriel Paulista en las redes. El brasileño lanzó un mensaje en clave reacción: «¡Nunca dejé de pelear en toda mi vida, y no será hoy el día que eso suceda!». Sus palabras fueron apoyadas por algunos compañeros como Jaume o Lato. Los dos llamaron a la unión para superar el mal momento. Paulista y el vestuario encontraron apoyo hasta de excompañeros como Garay o Piccini. La derrota fue muy dura después de ver la reacción, pero ni el técnico ni la plantilla ha bajado los brazos. Por oscuro que se vea el futuro, ni Gracia no los jugadores, como dice Paulista, han «dejado de pelear».