Gayà no insistió por casualidad en la importancia de dar valor al espíritu más allá del resultado. El calendario es tremendo y el capitán es consciente de que se puede perder contra el Real Madrid, de que se va a sufrir en Mendizorrotza, de que después toca el Atlético. La plantilla se ha entregado al compromiso y al coraje para ganar tiempo, para recomponer el relato del equipo, para asegurar unos mínimos competitivos también. El proceso de mejora promete ser largo, muy duro. Los números del Valencia en los apartados de construcción son malos, en las cuestiones relacionadas con el gol son correctos y en toda la división que ayuda a calibrar la calidad defensiva de la estructura son preocupantes. Hay problemas que no se puede solucionar sin soluciones sólidas desde la pizarra. La intensidad es un vertebrador táctico imprescindible para armar un bloque competitivo, pero necesita acompañar un orden, un equilibrio, una identidad.

La mejora tiene que partir desde el fondo en sentido literal y figurado. El Valencia está hundido, también en el campo. En el marco de LaLiga es uno de los equipos que más tiempo pasa en campo propio y está entre los que menos actúan en zona media y en el último tercio. No sería un problema si la intención -de contragolpear y atacar directo- estuviera clara. El Valencia se perfiló en pretemporada como un equipo de ataque rápido, agresivo, capaz de aplicar una presión media medio-alta. Poco se ha visto de aquello. Un poco ante el Levante, un poco ante el Celta, San Sebastián... todo han sido pasos atrás. El problema no es la altura o la zona, el problema es la calidad de la presión. En número de presiones está en la posición diez y en presiones realizadas con éxito es uno de los peores del campeonato. El 26,9% que presenta sólo lo empeora el Elche, con un 25,9%. Ante el Levante, en la primera jornada, con todo recién puesto estuvo por encima del treinta. ¿Cómo se mide? STATSBOMB saca el porcentaje con el número de veces que un equipo gana la posesión dentro de un margen de cinco segundos después de aplicar una presión. Los problemas defensivos del equipo tienen que ver con carencias individuales y con errores, pero -sobre todo- están relacionadas con vacíos colectivos y estructurales, que parten desde la delantera y atraviesan todo el pasillo central. Las estadísticas advierten defectos de gran profundidad. Por eso, el punto sumado ante el Getafe tiene un valor enorme. El bloque de Bordalás tiene una identidad definida, un esqueleto y cualidades muy evidentes. Nada de eso tiene el Valencia CF, que braceó en la adversidad; perdió a Thierry en el arranque del segundo tiempo, encajó dos goles y todavía pudo responder, en el minuto 100. Hay vida. Y alguna cuestión en positivo como el peso muerto a nivel mental de los goles encajados antes de la media hora, aunque la resistencia se diluyese en la parte final.

Nadie puede equivocarse. El momento es muy duro, terrible. Después de la derrota ante el Villarreal se confundieron sensaciones y rendimiento. Los números son cristalinos y advierten de que no hay mejora, de que el equipo tiene pocas cosas a las que agarrarse más allá del ímpetu y el corazón. El plan de Gracia en verano era otro y tenía en el eje futbolistas que no han llegado o se han ido. Capoue y Kondogbia iban a estar en la base de las operaciones (por eso el míster hablaba de ‘agresividad’), pero hace jornadas que ya se conocen los futbolistas que están. Es el momento de potenciar la línea que han marcado.