Hay partidos que se ganan antes de empezar. El 4-1 del domingo al Real Madrid es el mejor ejemplo. La charla y la preparación minuciosa del encuentro de Javi Gracia, los discursos teledirigidos de los capitanes a la plantilla, la reunión con los embajadores y la fe ciega en la victoria con la que trabajaron todos los miembros del vestuario durante la semana. Todo fue sumando. También el esfuerzo sobrehumano de un futbolista que el centro del campo necesitaba más que nunca tras la huida de Kondogbia y el regreso obligado de KondogbiaWass. Se trata de Uros Racic. En circunstancias normales no hubiera jugado. El maltrecho estado de su rodilla derecha lo desaconsejaba. Sin embargo, se armó de valor, dio un paso al frente por Gracia y sus compañeros y, cuando parecía imposible, salió de titular poniendo en riesgo su físico y demostrando su compromiso y ganas de crecer. Todo por ayudar al equipo. Otros se tiraron un mes alegando molestias. Racic, le echó dos 'talones'.

¿Hubiera sido posible ganar al Madrid sin Racic? Parece difícil. Gracia habría tenido que experimentar con Jason de lateral, Esquerdo o Koba por dentro o cualquier otra combinación extraña. No había más donde elegir. Afortunadamente, Racic no se excusó en su rodilla, antepuso los intereses colectivos a los individuales y salió a partirse la cara y la rodilla. Uros se desplomó en el césped con el pitido final y fue atendido por los médicos. La exigencia a la que había sometido a la rodilla durante los 90 minutos fue brutal. «Me dolía la rodilla, pero no quería parar. Si me quedo sin piernas me da igual», decía. Detrás de esas palabras se esconde una historia todavía más heroica que el club intentó tapar durante la semana.

Uros recibió un golpe muy fuerte en la rodilla durante un entrenamiento. Acabó la sesión pero a medida que se fue enfriando la rodilla empezaron a encenderse todas las alarmas. Al día siguiente tenía tanto dolor que no podía ni andar y ni siquiera entrenó con el grupo. El jugador se sometió a pruebas, se trató con los fisios en dobles sesiones y dio el OK para jugar infiltrado a pesar de los riesgos que suponía. Racic saltó al césped con un aparatoso vendaje. En torno al minuto 8 se sintió incómodo, se llevó la mano a la rodilla y empezó a tener la sensación de que no podría aguantar más. Por suerte, la rodilla se fue calentando y respondió bien al paso de los minutos. El último tramo del partido se le hizo muy largo, pero su motivación pudo más que el dolor, forzó la máquina y aguantó sin pedir el cambio. Con el pitido final, cayó tendido al césped extenuado por el esfuerzo. Ni su rodilla ni sus piernas podían más. Lo había dado todo.

Gayà, Jaume, Carlos Soler y Paulista han dado un paso adelante brazalete en mano. También pesos pesados como Wass o Maxi. Racic, igual que Lato, se ha subido a ese carro en los últimos partidos. El serbio entró con fuerza en la segunda parte contra el Getafe y ante el Madrid aprovechó la oportunidad que estaba esperando en su segunda titularidad de la temporada. Hacía un mes y medio, contra el Huesca, que no jugaba de inicio. Uros acabó cansado y dolorido, pero satisfecho. Necesitaba un partido redondo como el del domingo para reforzar su confianza, crecer en el equipo y posicionarse como titular de este Valencia. El dilema ahora es de Gracia. El técnico tendrá que decidir si da continuidad a Racic con Soler o recupera a Wass por dentro con la vuelta de Correia al lateral. El míster decide. Lo que está claro es que Racic ya ha presentado oficialmente su candidatura a ser un jugador importante en este Valencia. Que se lo pregunten a Isco, Modric o Fede Valverde.