Son muchos los motivos por los que el Valencia solo ha ganado tres partidos. Uno bien potente es que jugando como contra el Athletic es misión casi imposible. Nuevo tropezón en casa y gracias porque todavía pudo ser peor. A una primera parte solo potable le siguió una segunda horrible en la que se salvó de la derrota in extremis. Unai Simón falló por arriba y allí estuvo el oportuno Manu Vallejo para poner la cabeza y empatar. La fe del gaditano y poco más. Prácticamente el único ingrediente para evitar que el Athletic conquistara Mestalla. Por mucho que los últimos minutos se jugaran en el área visitante no son maneras. Muy pobre una vez más el bagaje sobre el campo del equipo de Javi Gracia, incapaz de encontrar un punto de equilibrio para atacar y defender con solvencia. O una cosa o la otra pero no consigue hacer las dos a la vez. Así le pasa, que de margen con el descenso apenas tiene una jornada.

El Valencia lleva desde el Alavés siendo un calco. Una versión imposible de dar por buena. Aunque sirva para cerrar el grifo, que esta vez ni eso. Tal vez se pueda dar el pego en defensa, como en la primera parte. Pero vendiendo el alma al diablo. Al final la historia se repite y salen las vergüenzas. La peor de todas, que con el balón es un drama. Espantoso. El Athletic, a la misma distancia de la zona de castigo, remontó tras el descanso y se marchó con la sensación de haber tirado dos puntos por a borda. Llegó a tener tres en el bolsillo.

Aunque no ha sido sinónimo de éxito, Javi Gracia lleva tres jornadas repitiendo pócima. Armarse hasta los dientes y a la caza de una oportunidad. Ningún descubrimiento. Mejor a los puntos al principio, la propuesta le sirvió para adelantarse y llegar al descanso con ventaja. Solo para eso. El peaje de ceder metros y metros fue que el Athletic creció y creció a cambio de que el Valencia se hiciera pequeñito. Un cuento de sobras conocido. Al final Villalibre derrumbó lo que era una casa de paja. De un soplido.

Se hizo evidente muy pronto que madurar el partido durante 45 minutos no iba a alcanzar para los 94 que duraría. Y eso que, después de dos jornadas sin marcar, al menos se recogieron frutos. Una pequeña recolecta en la que Soler, discreto en lo demás, volvió a sentar cátedra de penalti primero y de falta después. En el punto fatídico, al canterano le preocupó más el viento en la cara que el riesgo de no marcar. Infalible. Un trampolín para impulsarse a raíz de un pisotón de Dani García a Maxi en el que Del Cerro no necesitó revisión. Pero en la piscina no había suficiente agua.

En un duelo con el sol de diciembre pegando en Mestalla, Valencia y Athletic arrancaron con ritmo, apretando arriba y ahogando la salida del rival. Una tarea en la que el equipo de Gracia empezó mejor. Sobre todo porque se subió a hombros de sus futbolistas de salida más pujantes. En especial Racic y Guedes, de pico y pala en los prolegómenos del 1-0. El portugués, siempre inquietante, pecó de individualista aunque siempre es mejor eso que verlo apático.

En una de las que levantó la cabeza vio que el serbio se incorporaba a la frontal. Como ante Dmitrovic, la madera se interpuso en el camino del medio serbio. Un trallazo raso e inalcanzable para Unai Simón. En la segunda jugada de esa acción llegó el penalti. Y el Valencia, un espejismo, hasta pareció cómodo. Soler voleó un balón llovido del cielo para cerrar jugada mientras que Garitano se hacía cruces con Mikel Vesga, una y otra vez al borde de la expulsión. Lo cambió en el descanso y fue mano de santo para él. Hasta ahí el Valencia.

Segunda parte con el Athletic crecido

El Athletic se estiró y la respuesta no se demoró. Y eso que a Jaume solo le anudaron la garganta una vez en la primera parte. Eso sí, menuda parada. Pese a perder tiempo con la duda sobre si chutar de primeras, Yuri se sacó un disparo ante el que respondió con agilidad y un buen palmeo. Nada más volver del entreacto, un gol anulado por fuera de juego aWilliams fue la antesala del desastre. Una de las contadas veces en las que Musah de despistó en la ayuda, Yuri habilitó a Villalibre, en posición legal por el número de pie de Gabriel Paulista. El barbudo nueve rojiblanco le ganó la partida a Diakhaby, la única novedad de un once en el que los demás eran los mismos que en Eibar.

El Valencia no estaba bien y a cada momento iba a peor. Para colmo Maxi se jugó la expulsión. Menos mal que Del Cerro se la pasó por alto porque las únicas noticias en ataque fueron suyas, un cabezazo tras balón parado antes del 1-2 y la escaramuza que acabó en la falta del 2-2. Había que mover el banquillo y no es noticia que el de Gracia es un erial. Entró Cheryshev por Musah, de nuevo voluntarioso pero diluido. Y no cambió nada. El balón quemaba y Doménech volvía a ser el mejor. La defensa se deshacía como mantequilla, la media no existía y con Jason y Thierry tampoco cambió el dibujo. Pólvora de la buena fue la de Garitano con Raúl García. El veterano entró de refresco, directo para tirar el penalti. Muniain notó el contacto de Racic y se fue al suelo. Doménech estuvo a punto de pararlo pese a no acertar. Un tiro accesible que iba por el centro pero tan fuerte que el rechace con el pie se fue para adentro.

Cuando peor pintaba todo llegó una luz del cielo. Nunca mejor dicho. El sol cegó a Unai Simón, que midió mal y se tragó un servicio de Soler. Ahí estaba agazapado Manu para poner la cabecita, como si hubiese leido en una bola de cristal lo que le iba a pasar al portero. La fe del cazador. Garitano plantó tres centrales y el partido se consumió esta vez sí en el área del Athletic. Marcelino, al que los tiros apuntan como relevo en San Mamés, tendrá que seguir esperando; Gracia, obligado a encontrar una solución mejor que la que hasta ahora ha propuesto.

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