Van a ser unas Navidades diferentes para todos. También por supuesto para el Valencia, con el rabillo del ojo en el descenso tras una nueva derrota en Mestalla. Un Sevilla con mucho más chasis lo dejó en la cuneta sin necesidad de hacer un partido del otro mundo. El conjunto de Gracia, plagado otra vez de cadetes y cogido con alfileres, pagó cara su falta de rodaje. Encima estrenando sistema por la urgencia de las bajas, perdiendo en la primera jugada a Gabriel Paulista, su mejor central, y renunciando a Gayà sobre la marcha. El gol llegó ya sin el capitán en el campo. Con el equipo encajado después de haber fallado ocasiones para ir por delante, un saque de banda a favor se convirtió en una contra. Diakhaby y Álex Blanco se pasaron de frenada y Doménech, que ya había fallado otro palmeo, puso mal la manopla. El disparo de Suso, el más peligroso de los de Lopetegui, iba por el centro y sin haber rozado en nadie. Faltaban 10 minutos y fue letal.

Estaba fuera del guión que el Sevilla ganase a la contra después de una hora y pico manoseando el balón. Pero es lo que tiene este Valencia que quiere y no puede, que por cualquier sitio puede salirle un costurón. Y eso que, como contra el Barça, ocasiones tuvo para haber obtenido mejor premio. Sin embargo, volvió a perdonar acabó penalizándole en exceso la falta de unidades en la reserva. Cuando Lopetegui tiró de Rakitic, Gracia lo hizo de Yunus y un Álex Blanco muy nervioso de carrilero. A perro flaco, todo son pulgas.

No se habían cumplido ni dos minutos cuando Gabriel se lesionó en un atropello a Lucas Ocampos. Con el exceso de ímpetu que le caracteriza, el central fue quien paradójicamente peor parado salió de la caída. Espaldarazo, cabezazo contra el césped y grogui. Estaba viendo estrellitas y después de una carrera otra vez con Ocampos se convenció de capitular. En medio de la incertidumbre por si entraba o salía, Suso avisó con un disparo ajustado al poste del peligro continuo de sus diagonales. En el sitio de Gabriel entró Guillem Molina, debutante en Primera y al filo de la navaja con De Jong antes de romper a sudar.

Sin pivotes naturales por la ausencia de Racic y pese a la caida de un nuevo naipe del castillo, Gracia mantuvo su apuesta por un 5-3-2 con Gayà y Jason de carrileros, Wass en un trivote junto a Cheryshev y Soler, y un ataque con Guedes y Maxi. Un traje a la medida para un equipo que se ha especializado en protegerse y esperar una ocasión que llegó al borde del descanso y volvió a fallar Cheryshev. El disparo al muñeco del ruso fue lo peor de una transición coordinada, rápida y al primer toque. Antes de esa oportunidad, el Valencia había sido un compendio de latigazos a la carrera con Guedes o el propio Cheryshev. La única alternativa fue colgar balones buscando barullo, un disparo de Guedes o un centro-chut de Gayà, quien de carrilero a carrilero remató un centro pasado de Jason. En ese goteo de llegadas, quien mejor fútbol destilaba con diferencia seguía siendo Guedes, acertado en todas sus intervenciones, ya fuesen cambios de orientación o filigranas en el balcón del área. Eso sí, le pegaron de lo lindo. Que la única amarilla de la primera parte fuese para Wass por una entrada aislada tuvo delito.

Con su plan básico, el Valencia hasta fue capaz de quitarse el agobio en el último tramo antes del descanso y desperdiciar dos ocasiones más: un cabezazo mordido de Diakhaby tras disparo cómo no de Guedes y un balón muerto al que no llegó Soler tras saque de esquina. A esas alturas Gracia cruzaba los dedos para que Maxi Gómez no se resintiera después de que el uruguayo hiciese varios amagos de arrastrar una molestia. Para entonces, aunque acabaría siendo protagonista, Doménech solo había aparecido con una salida de puños ya al principio de la segunda parte.

Fue el Valencia quien siguió llegando. Cheryshev exigió a Bono en una jugada que se revisó por un bloqueo dentro del área a Guedes, el alma del equipo. Pero el Sevilla, poco a poco, empezó a cogerse. Ocampos fue un tormento en velocidad y En-Nesyri una bendición fallando ocasiones. Gracia se decidió en ese momento a hacer cambios. Se fue el capitán Gayà y Cheryshev, que no estaba dando a una. Entró de carrilero Álex Blanco y Yunus en la tripleta del medio. Fogueo en comparación con la artillería pesada de un Lopetegui que se armó con Rakitic, decisivo en el paso adelante de un Sevilla que se fue a por la victoria y la encontró con un fallo de Doménech el mismo que con un despeje de pies había evitado que el 0-1 llegara antes. De ahí al final, nada más. El Valencia dimitió y el Sevilla perdonó dos veces la sentencia.

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