El Valencia pinchó el globo de la reacción con un empate en Mestalla contra Osasuna. No le sirvió la espuma de los cambios ni el autogol de Unai García. Pese a llevar tres partiddos en proceso de levantarse de la lona, el equipo de Javi Gracia demostró que sigue convaleciente. Persisten los problemas en las áreas, falta sostén en el centro del campo y escasean los recursos para salir de apuros. Son, entre otras, las razones por la que ha acabado la primera vuelta de LaLiga con apenas tres puntos de ventaja sobre el descenso. El compromiso y la energía están, pero no son suficientes.

Pese a una mala elección sobre la bocina con la que desperdició un contragolpe, los detalles de Yunus fueron lo único que dio pie a pensar en una remontada. Entró junto a Gameiro y a los dos se les sumó poco después Guedes. Tres filos para el ataque, aunque solo Yunus cantó bingo. Nadie compró más cartones. Sus movimientos en la frontal sacaron al Valencia del letargo. De una combinación con Maxi llegó el gol, en propia puerta, de un Osasuna que hasta esa desgracia de Unai no había echado en falta a sus centrales titulares. Debería haber sido el punto de inflexión, pero el partido volvió a inclinarse del lado de Osasuna. El área de Doménech fue escenario de remates rojillos, intervenciones de distinta dificultad para el portero y una constante sensación de fragilidad.

El Valencia no jugó bien desde el principio. Había esperanzas depositadas en Kang In, pero fue el primero en irse. Lo hizo de la mano de Racic, que para colmo estuvo un rato cojo. Sin fluidez y en inferioridad en la mayoría de zonas del campo, se veía a la legua que el equipo acabaría complicándose la vida. Lo poco que generó llegó a balón parado, aunque Sergio Herrera apenas pasó malos tragos.

Nadie estuvo fino, sobre todo en los metros finales. Faltó precisión en los centros de Gayà, eligió mal Wass y se echó en falta una versión mejor de Maxi. Aunque estaba en fuera de juego, la acción que mejor define el partido del uruguayo fue un cara a cara en el que le giró la cara a la portería. Se tiró todo el partido buscando su sitio, como si estuviese inseguro de su contribución. Al pasarle el balón en lugar de chutar también confirmó que a Cheryshev la portería se le hace más pequeña cuanto más cerca está de ella. En un delantero como él es noticia tardar más de un hora en disparar a portería. Que la mejor oportunidad para el 2-1 fuese suya demuestra también que es mal asunto.

Osasuna supo cómo llevarse al Valencia a su terreno. Cometió bastantes faltas, trabajó el partido y esperó su oportunidad. Tuvo varias, casi siempre de la mano de Calleri, un delantero que dio razones desde el principio para apostar a que marcaría. El argentino demostró en cada intervención que no es un virtuoso ni falta que le hace. Ganador en la mayoría de balones divididos, amenazaba con ser implacable si pescaba alguno en el área.

Tras haberse estirado en varias jugadas, los rojillos acabaron cogiendo al Valencia desorganizado. Kang In regaló un saque rápido de falta en la frontal y el despliegue fue incontestable. El exvalencianista Nacho Vidal cerró la contra con un tiro desde cerca que desató la tormenta. Con la caña preparada, el rechace de Doménech lo empomó a la red Calleri. Se marchó con un gol en su cuenta y si no fueron dos fue porque a cinco minutos del final lo evitó la madera. Para entonces lo que se esperaba era un Valencia al ataque y no a merced de un rival que por poco no le dejó en peor lugar.

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