Reparto de puntos y tan amigos

El Valencia se rehace de córner tras un gol en propia ante un Marcelino al que los jugadores rodearon tras el partido

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Rafa Marín

Rafa Marín

El Valencia no bajará a Segunda, pero tendrá que pasar mucho tiempo para dejar de tener tan presente a Marcelino. Puede ser capaz, como este domingo, de arañarle un punto, sobre todo tras confirmarse que el contexto emocional estaba por encima del fútbol. Sin embargo, sigue sin parecer en condiciones de pasar página. Lo sabe antes que nadie Javi Gracia, que se despidió rápido y dejó a los jugadores abrazándose en el césped con quien fue su líder. No hay mejor piedra que esa comunión para edificar un proyecto como el que se dinamitó en Mestalla. Es la que el asturiano está poniendo ahora en el Athletic, sin siete de sus titulares y con la cabeza en el Levante. A los leones les faltó pulmón y piernas para jugar a la carrera. A los blanquinegros, destreza para no marcarse en propia puerta. También acierto, sobre todo en los delanteros, para no depender de un córner.

Con el descanso encima, el autogol de Hugo Guillamón ahondó en la herida de un equipo obligado a un ejercicio de dignidad continuo. Volvió a evidenciarse con el empate de Paulista y las ocasiones para remontar. No fueron demasiadas pero sí suficientes para pensar en irse con victoria de un partido en el que no se podía llamar revancha a lo que solo era morbo. Sobre todo del lado del Valencia, con las esperanzas limitadas a la permanencia y la condena de reencontrarse una y otra vez con secuelas y disfunciones, particularmente las defensivas. Aunque en el toma y daca final la traca estuvo repartida en las dos áreas, fue el equipo de Gracia quien terminó a los puntos un palmo por encima.

Confirmada la sospecha de que los fichajes arrancarían en el banquillo, el técnico del Valencia redujo a su mínima expresión el margen de sorpresa en el once. Tuvo que pasar más de una hora para que se estrenase Cutrone, el único de los tres que lo hizo. El italiano, que acompañó el balón con la mirada en el 1-1, tuvo la mejor oportunidad para remontar. Fue en una contra bien lanzada por Jaume en la que combinó con Maxi. Sin embargo, el uruguayo prefirió asistir que rematar, una tónica de un tiempo a esta parte. Al delantero cedido por los Wolves le cogió el pase quitándose las legañas y no vio portería. Poco después fue Racic quien probó un disparo de los suyos, aunque descargó a destiempo y el VAR confirmó que no fue una mano la que lo desvió a córner.

Con la bandera de Guedes, revitalizado entre líneas en un día de esos con más sol que nubes, el Valencia dio réplica a un rival que empezó encimando. Suya fue la primera ocasión, también la más clara del primer acto, una combinación nacida del portugués que terminó en remate pifiado de Maxi. El charrúa, como quien llega a una fiesta sin conocer a nadie, falló un gol cantado, incapaz de ligar con nadie. Sin embargo, no solo fue cosa suya. Resultó también misión imposible para Manu conectar a la carrera. Con mucha especulación, tanteo y respeto mutuo, costó en líneas generales que el balón dejase de ir por libre hasta que se lo apropió el Valencia, con más posesión desde la media hora.

No fue la energía contagiosa de Marcelino la que se impuso, sino la parsimonia de Gracia, con un plan que le permitió pisar área, que Gayà probase un centro-chut o que Manu reclamase sin éxito un empujón en boca de gol. Poca cosa porque casi todo fueron balas de fogueo en las botas de delanteros sin pólvora. Pese a cargar con la iniciativa, el Valencia simplificó sus movimientos, mientras que del Athletic no hubo noticias hasta el gol. Los porteros estaban sobrando hasta que una salida de los leones a toda pastilla dejó a los de Gracia abatidos. A la espalda de Thierry, que había doblado en vano a Wass, se abrió una autopista por la que Morcillo circuló como un bólido. Doménech empezó el sainete no llegando al centro y en su intento por evitar que lo rebañara Williams, Guillamón remató limpio a la red.

Absolutamente grogui, fue un milagro que el Valencia se mantuviese en el partido. Si lo consiguió fue porque Doménech, capaz de todo, se desquitó con un paradón soberbio, producto de sus reflejos. Primero abajo y después con un palmeo arriba. Todo vino de otro desajuste: Williams tumbó a Thierry, pero cuando Sancet estaba pensando en cómo celebrar el gol, la respuesta a su disparo lo dejó con cara de póquer. Esa jugada marcó un punto de inflexión para que el Valencia se rehiciese, aunque el gol llegó de córner. Paulista cabeceó como si tratase de escapar de una camisa de fuerza, la misma sensación con la que el Valencia pasa por los partidos.

Notas y stats del Athletic - Valencia

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