El Valencia pierde con nobleza

La falta de definición y un gol de VAR penaliza la mejoría del equipo de Voro, que acabó acorralando al Sevilla

El Valencia pierde con nobleza

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Rafa Marín

Rafa Marín

No hay nada clasificatorio en juego, pero la sensación es que el Valencia ya ha tocado suelo y que con Voro las dos últimas jornadas serán tan potables como han sido las dos últimas, primero la del Valladolid y después de la del Sevilla. Sin mucho que esperar en el Pizjuán, donde los de Lopetegui apuraban sus opciones al título, las expectativas estaban tan bajas que el Valencia las superó de inmediato con una receta de lo más sencilla. Pocos errores, disciplina y salidas rápidas, sobre todo en el segundo acto, para sorprender a un rival al que el partido se le hizo bola. Solo la falta de puntería y un gol de VAR penalizó el intento como mínimo de puntuar. En posición milimétrica, con el brazo ligeramente adelantado, En Nesyri salvó a los suyos cuando peor estaban. Un castigo máximo para los errores contados de un Valencia que vio cómo su defensa se agujereaba por el centro.

Con la permanencia en el bolsillo y una placentera sensación de anestesia, lejos de los rifirrafes y retos de Javi Gracia, las maniobras de Voro se limitaron al cambio de Racic por un Kang In al que la titularidad le ha durado un partido. A eso más básicamente a la continuidad al dibujo con tres centrales y dos laterales entre los que se colaron Ferro y Lato. y a Vallejo en ataque. Serios y sin alardes. Con la tensión justa, como si el Sevilla se sintiese sin fuerzas, la tarde dio para un primer acto que fue un auténtico tostón. Sin profundidad ni llegadas, las oportunidades de gol brillaron por su ausencia.

No afilaron sus colmillos los de Lopetegui, que dosificó a cinco de sus titulares. Y ni siquiera enseñaron los dientes los blanquinegros, limitados a la consigna de no pifiarla y hacerlo fácil. El único desliz en los primeros 45 minutos quedó en nada. Para variar fue en la salida de balón. Un amago de infarto cuando Guillamón se la dio a un contrario. No hubo notas discordantes de Ferro, bien colocado y sin desentonar. Y tampoco chirrió en su regreso Lato salvo cuando nada más empezar se jugó un penalti que habría sido una losa después del que le pitaron contra el Barça.

El juego, sin continuidad, fue un compendio de acciones aisladas. La mayoría en el área de Cillessen. A Suso le anularon un gol por fuera de juego pero el portero solo tuvo que sacar una vez los puños. Todo lo demás, bastante poco, se escapó fuera, sobre todo un disparo de Gudelj tratando de sorprender. Bono fue un espectador de lujo. Un cambio de ritmo de Guedes, derribado en falta, fue la única ocasión del Valencia desde la frontal. Soler chutó alto.

Las cosas cambiaron tras el entreacto. El Valencia arrancó mucho mejor, más vertical y con Guedes enfilando portería. El portugués se escurrió por el área hasta la línea de fondo. Manu Vallejo no llegó por un pelo al pase de la muerte. La jugada se repitió enseguida con los mismos protagonistas. Esta vez el gaditano llegó al remate, aunque muy forzado y rodeado de adversarios. Habría sido mejor opción el pase atrás para un Racic que llegaba suelto.

Falló el Valencia sus oportunidades y no perdonó el Sevilla. Guillamón volvió a filrtear con un penalti enganchando a Oliver, pero la clave estuvo en los cambios de Lopetegui, capaz de reactivar a su equipo. Primero Papu resolvió con un punterón de fútbol sala una jugada larga con la que los hispalenses recuperaron el control. Y acto seguido, tras un tiempo muerto por el golpe de Oliver a Thierry, llegó el gol. En Nesiry superó a Ferro y batió a Cillessen cambiándole el balón de palo. El VAR lo vio en línea.

Lejos de abrumarse, Voro trató de replicar. Renunció a un central para meter a Gameiro arriba, con Guedes y Cheryshev por los costados, aunque enseguida deshizo esa apuesta al meter a Yunus por Maxi. Un centro muy cerrado del ruso fue la primera ocasión antes de que el Valencia se decidiera a romper líneas en el descuento. Piccini sacó un córner y Guedes forzó otro, mientras que a Gameiro le llovió un balón que no supo como bajar en el área. Era mucho más de lo que se esperaba de un Valencia que, viniendo de tan abajo, dejó el pabellón alto.

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