A medida que pasan los meses y se van conociendo nuevos datos sobre la situación del clima de la Tierra, va haciéndose más dudoso que la humanidad llegue a tiempo para evitar el colapso climático y, con él, un futuro incierto para todos. La cosa no va bien. Todo se resume en que quedan solo ocho años para frenar las emisiones a un nivel suficiente como para tener alguna esperanza. El plazo es muy corto y eso supone que los esfuerzos tendrán que ser mucho mayores de lo previsto inicialmente.

Esto es lo que se desprende del informe hecho público por el Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas (PNUMA) titulado The heat is on y en el que se comparan los recortes necesarios objetivamente para cumplir la meta del Acuerdo de París y los que realmente se han hecho hasta ahora (o prometen hacer) los diferentes países.

El resultado no puede ser más inquietante: los compromisos climáticos adquiridos por las naciones de la Tierra suponen una reducción añadida del 7,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030 en comparación con los compromisos previamente adquiridos. Puede interpretarse como un paso adelante que demuestra la mayor ambición de los gobernantes. Pero, suponiendo que lo sea, resulta totalmente insuficiente.

Ello es así porque los expertos recuerdan que se necesitan recortes del 55% para lograr los objetivos del Acuerdo de París, que consisten en limitar el aumento de la temperatura global en 1,5º C para final de siglo o, a lo sumo, en 2º C, aunque esta última posibilidad cada vez parece más desaconsejable por los impactos que tendría. Incluso para un aumento de 2º C haría falta recortar las emisiones un 30% para 2030. Sea como sea, mucho más que el 7,5% comprometido.

El tiempo apremia. «El panorama que dibuja el informe es desolador: menos de la mitad de los objetivos de reducción presentados [en la cumbre de Glasgow] por los gobiernos es más ambiciosa que los de la primera ronda presentada en 2015 o 2016», señalaba recientemente la investigadora Joanna Depledge, del Centro para el Medio Ambiente de Cambridge (Reino Unido).

El problema es doble, porque, por una parte, se observa esta falta de mayor ambición a la hora de recortar las emisiones. Pero, por otra, «muchos grandes emisores ni siquiera están en vías de cumplir sus propios compromisos nacionales», señala esta experta.

Sin embargo, también hay un margen para la esperanza, puesto que un total de 49 países, además de la Unión Europea, han prometido llegar a las cero emisiones en el año 2050. España figura entre ellos. Se trata de la llamada ‘neutralidad en carbono’, que consiste en emitir únicamente la misma cantidad que pueda ser absorbida o capturada.

China y EEUU

Lo más importante de todo, sin embargo, es que entre esos países figuran los dos principales emisores de CO2 de la Tierra: China y Estados Unidos. Lo que hagan estos dos países por sí solos ya tiene suficiente peso absoluto como para inclinar la balanza hacia un lado u otro.

En el último momento, otros países se han sumado a este objetivo de neutralidad de emisiones a mediados de siglo, como es el caso de Arabia Saudí.

Todos estos países suponen más de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero. Por ello, según el informe del PNUMA, estos compromisos permitirían reducir el calentamiento a final de siglo en medio grado, con lo que la temperatura media global quedaría entonces en 2,2º C, suponiendo que se cumplan íntegramente.

No es el objetivo fijado para evitar los mayores desastres, pero al menos alejaría al planeta del horizonte de una subida de 2,7º C si todo siguiera como hasta ahora, un escenario que nos abocaría a situaciones realmente dramáticas.

Además, el problema, añade Joanna Depledge, es que el objetivo de cero emisiones «es una meta a largo plazo, muy lejana en el tiempo», lo que induce la posibilidad de «posponer decisiones difíciles». De hecho, algunas promesas de neutralidad en carbono siguen siendo vagas o incompletas, lo que mantiene un importante grado de incertidumbre sobre su resultado final.

Incluso, de los 20 países más desarrollados (el G20) doce han prometido un objetivo de emisiones netas cero, pero de un modo todavía ambiguo.

«Esto arroja dudas sobre si estos compromisos se alcanzarán alguna vez», señala Joeri Rogelj, uno de los autores del informe. Para él, lo realmente urgente es que estos países «den un paso adelante y pasen de los objetivos a las estrategias, los planes y las políticas que permitan alcanzar las emisiones cero sobre el terreno».

Pero es que, además, y para tener mayor margen de maniobra, los expertos consideran que es preciso adelantar la acción y alejarse del «peligro inminente al que nos enfrentamos como especie».

Reducir el metano

Pero el problema no es solo el CO2, sino también otros gases. Por ello, el informe analiza también el papel que está jugando el metano en la situación actual. Y es que las emisiones de metano son el segundo factor que más contribuye al calentamiento global.

El metano, en concreto, tiene un potencial de calentamiento global más de 80 veces superior al que tiene el CO2, aunque su vida en la atmósfera es más corta, solo doce años frente a los cientos del dióxido de carbono. Por ello, reducir el metano ahora limitará el aumento de temperatura con resultados más rápidos que los que se observarán reduciendo el CO2.

El PNUMA estima que las acciones que pueden llevarse a cabo con la tecnología actual, y con un coste bajo o nulo, podrían reducir ya por sí solas las emisiones de metano causadas por el hombre en aproximadamente un 20% al año. Y, actuando con todavía más firmeza, sería posible reducirlas hasta un 45%.

Que el planeta se halla ante el mayor desafío de la historia es algo que ya nadie pone en duda, en vista de las inequívocas, unánimes y reiterativas evidencias que aporta la comunidad científica internacional. Ahora, todo queda en manos de los dirigentes políticos, que tienen ante sí el reto de adoptar las decisiones (no siempre populares) necesarias para frenar el desastre climático.

Los expertos recuerdan que, se haga lo que se haga, ya será imposible salir indemnes de la herida infligida al planeta, pero al menos pueden limitarse los daños de forma considerable. El futuro de casi toda la humanidad está en juego, porque las cifras previstas de refugiados climáticos, muertos, heridos o damnificados de todo tipo a causa de esta situación son realmente abrumadoras.

Lo peor, como afirma la directora ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen, es que «el cambio climático ya no es un problema de futuro. Es un problema de ahora».

¿Cuál es la diferencia entre subir 1,5ºC y 2ºC?

Aunque solo sea medio grado, las consecuencias sobre el planeta serán grandes; subidas mayores serían desastrosas.

El objetivo de la humanidad es limitar la subida de la temperatura global en 2100 a 1,5ºC respecto a los niveles preindustriales o, como máximo, 2º C. Ahora bien, entre una cosa y otra hay diferencias sustanciales, pues cuando se habla del clima cada décima de grado cuenta.

Un informe específico del panel internacional sobre cambio climático (IPCC) señala que, por ejemplo, con una subida de 1,5ºC puede haber un verano cada siglo en que no haya hielo marino en el Ártico. En cambio, con 2ºC de aumento eso sucedería una vez cada década.

En cuanto a la subida del nivel del mar, para el año 2100 habrá una diferencia de diez centímetros de ascenso en función de un calentamiento de 1,5º C o de 2º C.

La disponibilidad de alimentos se verá también muy afectada por ese medio grado, puesto que las reducciones netas en el rendimiento del arroz, trigo y maíz, así como la calidad alimenticia de los dos primeros, será mucho más acusada con un calentamiento de dos grados que con uno de 1,5.

En el mar, el impacto directo sobre la pesca podría verse reducido a la mitad con un gradoy medio de subida frente a otro de dos. Se calcula que las capturas mundiales anuales de pesca marina se reducirían en torno a 1,5 millones de toneladas con un calentamiento global de 1,5ºC, frente a una pérdida de más de 3 millones de toneladas con uno de 2ºC.

Los arrecifes de coral se reducirían, según este informe, entre un 70-90% con un calentamiento de 1,5ºC, pero quedarían aniquilados en un 99% con un aumento de dos grados.

El riesgo de mortalidad para las personas será también mayor en un supuesto que en otro, a pesar de que ambos son admitidos como válidos por el Acuerdo de París. En España, por ejemplo, con un grado y medio más veremos cómo la temperatura durante los días de calor extremo subirá 3 grados, pero en un escenario de 2ºC esa subida en los días muy calurosos alcanzaría los 4 grados.

Las olas de calor aumentarán en España tanto en número como en intensidad, tanto en un supuesto como en otro, aunque los pronósticos más pesimistas auguran veranos que durarán hasta cinco semanas más que en la actualidad.