Algunas especies de animales no humanos protagonizan conductas similares al duelo por la pérdida de compañeros o familiares. Se ha visto a elefantes cubrir con ramas y tierra cadáveres de sus congéneres, permanecer días junto a cuerpos inertes y moverlos con sumo cuidado, como si los estuvieran velando. También se ha observado a chimpancés regresando al lugar donde depositaron un cadáver, y a madres de esta especie cargando a sus crías muertas durante días, semanas o meses, un patrón común en los primates. Pero ¿son capaces de identificar los esqueletos de su especie? Un equipo de científicos ha demostrado que los chimpancés prestan más atención a los cráneos de los suyos que a cualquier otro objeto inanimado de su entorno.

“Los chimpancés y los elefantes comparten algunos rasgos curiosos; son animales longevos, con un cerebro grande y un desarrollo prolongado; viven en sociedades complejas, son capaces de reconocerse a sí mismos ante un espejo, y muestran un interés prolongado hacia sus congéneres heridos y muertos”, recoge el estudio. “Las respuestas conductuales, como la manipulación física del cadáver, las vigilias y las visitas, son sorprendentemente similares entre estos dos taxones”, añade.

Hasta ahora, los científicos habían prestado poca atención a la posibilidad de que algunas especies fueran capaces de identificar los restos de sus congéneres muertos. Una posible es que se haya dado por hecho que los chimpancés –en este caso– no tienen conocimientos de su anatomía.

Un equipo de la Universidad de Kioto en Japón, dirigido por el investigador André Gonçalves, acaba de comprobar la atención visual de ejemplares de esa especie hacia una serie de imágenes de cráneos específicos y no específicos. Y los resultados no han defraudado: los chimpancés han vuelto a sorprender a los científicos.

Preferencia por los rostros

“Los cráneos de los chimpancés mantienen características y rasgos similares a los de las caras de los ejemplares vivos”, resaltan los investigadores. Así, por ejemplo, los contornos generales y la disposición general de los ojos, la nariz y los dientes permiten probablemente activar una red de regiones cerebrales originalmente evolucionadas para detectar y procesar la fisonomía del rostro.

Un chimpancé de prueba realizando una sesión de seguimiento ocular en la cabina experimental. A. G. / The Royal Society Open Science

Para poner a prueba sus hipótesis, Gonçalves y su equipo realizaron tres experimentos, colocaron rostros, cráneos y piedras con formas similares a calaveras de chimpancés, y utilizaron un rastreador ocular para determinar dónde miraban los chimpancés y durante cuánto tiempo.

Los resultados, publicados en el 'Royal Society Open Science’, demuestran que los chimpancés no solo muestran la mayor preferencia por los rostros de sus congéneres, sino que también exhiben un sesgo similar hacia los cráneos de estos. Lo que más les llama la atención y lo que observan durante más tiempo son los dientes.

El estudio revela que los chimpancés parecen ‘saber’ cuándo un cráneo se parece al de otro ejemplar de su especie. Según los científicos, posiblemente esto se deba a la pareidolia, un fenómeno psicológico vinculado con la capacidad del cerebro para detectar caras en objetos o imágenes.

“Esto explica por qué vemos caras ilusorias en cosas como las nubes y las rocas. En este caso, los cráneos de los primates son tan parecidos a las caras como cualquier otra cosa en la naturaleza”, subraya Gonçalves.

Aunque el equipo de investigación no ha determinado de forma concluyente si los chimpancés salvajes ‘saben’ que tienen entre sus manos los huesos de otro congénere, sí han visto están más atentos a ellos que a cualquier otro objeto inanimado de su entorno. Y todo porque “se parece a uno de los suyos”, concluye el científico.

Experimentos con elefantes

Estos hallazgos coinciden con experimentos de campo anteriores realizados con elefantes africanos. En 2006, Karen McComb, experta en Comportamiento y Cognición Animal, y su equipo de la Universidad de Sussex (Reino Unido), descubrieron que los paquidermos mostraban más interés por los cráneos y colmillos de sus congéneres que por cualquier otro estímulo

Pero los mecanismos podrían no ser los mismos. Según Gonçalves, los elefantes probablemente interactúan con los cráneos basándose en experiencias pasadas. Porque al morir y descomponerse la materia orgánica, los cráneos de estos grandes mamíferos pierden muchos rasgos faciales, como las orejas y la trompa, importantes para su comunicación. “En cambio, los cráneos de los chimpancés conservan la disposición general de la cara”, concluye.

Ejemplos de estímulos de cada grupo de imágenes presentados a los chimpancés. A. G. / The Royal Society Open Science

El experimento incluyó inicialmente a diez chimpancés adultos, que redujeron después a siete. Para una de las pruebas, los científicos presentaron a los chimpancés 180 imágenes de cuatro especies (gato, chimpancé, perro y rata) que se mostraban simultáneamente en cada esquina de una pantalla. Cada grupo de imágenes se presentó durante 6 segundos y se midió la duración de la mirada.

El resultado fue inequívoco: los chimpancés mostraron un claro interés por las caras y los cráneos de sus congéneres, e incluso por las piedras con forma de calavera de chimpancé. Pero miraron durante más tiempo los rostros, algo menos los cráneos y mucho menos las piedras. Y más las imágenes frontales y diagonales que las laterales. Además, los chimpancés miraron más tiempo a los dientes, seguidos por el área nasal y menos hacia las regiones de los ojos.

“Presumiblemente, las propiedades relacionales que persisten en el cráneo (contorno facial, dientes, cavidad nasal, cuencas de los ojos) activan un módulo de detección de rostros específico del dominio que dirige la atención de los chimpancés a estas características faciales aproximadas”, concluyen los expertos.

Informe de referencia (en inglés): https://royalsocietypublishing.org/doi/10.1098/rsos.210349