No quiero pensar en nada negativo y me centro en el partido de este sábado ante el Athletic Club. El partido es apasionante para ambas escuadras históricas y promete ser un duelo especial a una hora traidora pero merecida justo un poquito después de la comida pero antes de la siesta. El Athletic va mal y eso en general me da pena pero no pensando en mañana. Calculo la inminente visita del Valencia a tierras vascas y espero y deseo que el equipo de Marcelino -y el propio Marcelino- cambien su apuesta y nos ofrezcan una nueva versión mcho más simpática y moderna. Estamos a tiempo de casi todo pero hay que reaccionar ya. El Valencia y su gente exigen eso de forma inmediata. Y yo pienso que sí, que el equipo está dispuesto a cambiar por su gente, dudo que lo hagan por su entrenador y sin más. Y calculando eso, y calculando en esa reacción que se antoja necesaria y urgente a partes iguales les voy a contar una anécdota que en el fondo puede parecer una tontería pero que ayer me sucedió a primera hora de la mañana y no la pienso dejar en el tintero.Entrada del colegio

Calculen. 8.30 de la mañana intentando aparcar mi coche para dejar a los ?nanos? en el colegio a la hora correcta en tiempo y forma. Y sí, lo consigo no sin antes sacar mi mejor sonrisa ante un paciente municipal me dejó aparcar mi coche en un lugar absolutamente prohibido. Les acompaño hasta la puerta del cole. Y sí, los dos pillan el rumbo adecuado y se van con los de su clase mientras yo me espero en la puerta observando la maniobra. Me cercioro de que todo ha salido correctamente y es evidente que salgo a toda castaña con destino a mi coche mal aparcado -o mejor dicho, incorrectamente aparcado- y allí me doy de morros con el policía que me ha permitido hacer un poquito de trampa y le veo con cara de cabreado y con aspecto de querer hacerme alguna pregunta. Y sí, ese era el tema. El tipo se pone medio cuadrado delante de mí y me dice a toda castaña: «¡Y ante el Athlétic Marcelino no piensa hacer ningún cambio, algo decente o qué!». Me quedo algo asombrado pero intuyo, o más que intuyo, que me toca dar una respuesta y que mi buen amigo el municipal me ha conocido a las primeras de cambio. Y sí, como todavía voy medio dormido pero quiero quedar bien y que el agente no se me cabreé, le suelto casi a quemarropa la siguiente frase: «Yo espero que juegue Guedes y aunque no esté bien sí confío en que va a ser capaz de ponerle una marcha a todos sus compañeros». Acabo el discurso y me subo al coche y me piro. Pero me voy pensando. Analizo todo lo que le he soltado al agente y en el fondo creo que sí, que he estado acertado y que he dado una respuesta más que correcta. Este equipo necesita a Guedes aunque todavía no sea el gran Guedes que todos esperamos. Sí, vale, no está al cien por cien, pero sí lo suficiente como para abrir el partido y quitarle al Valencia ese corsé que le tiene atenazado.

Ofrece algo distinto

Y pienso y pienso mientras me dirijo al diario y cada vez que acelero me ratifico en la afirmación que le di a ese agente municipal a la puerta del colegio. Lo veo todo algo complicado pero solo el nombre de Guedes y el fútbol alegre y rápido de Guedes me ponen un poco las pilas. Ya se que es un solo jugador... pero un solo jugador si está inspirado puede cambiar la dinámica de todo un grupo.¡Vamos!

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