Llegó tímido al Valencia CF, cortado, mirando Mestalla como de reojo y sin apenas querer salir del túnel de vestuarios. Pero el tiempo ha pasado, siempre pasa, y la madurez de Parejo. Ahora no solo juega al fútbol con esa calidad terrible que le convierte en un futbolista completo y con una visión del juego muy por encima de lo normal. Parejo ya es todo un referente y un lujo para el Valencia CF tenerlo en el equipo. Miren, Parejo, antes de comenzar cada partido, siempre tiene unas palabras en el túnel de vestuarios hacia sus compañeros. Parejo pide unión, fuerza, y compromiso, y esa unión, esa fuerza y ese compromiso quedó patente en el último encuentro en casa del Ajax. No voy a decir si fue el mejor o el peor del choque. Sí firmo que es un capitán como la copa de un pino. Manda y manda bien. Y da la impresión de que a sus años ha alcanzado una madurez que le concierte en un futbolista especial, implicado y querido por todo el valencianismo. Ahora llega otro envite fuerte y si yo fuera a Mestalla no dudaría en aplaudir a todos y en dedicarle a nuestro capitán una ovación cerrada de esas que hacen historia. Se la ha ganado a pulso.

Pasando página y pensando en el futuro, nuestro próximo rival va a ser el Real Madrid en el viejo coliseo de Mestalla. Y ese día debemos rendir un homenaje brutal a estos tipos que quieren hacer historia en la Champions. Mestalla tiene que ser un clamor extremo si me apuran. Ovación para estos tipos que se lo merecen todo, otra ovación para intentar someter al Madrid y otra todavía más grande para Celades. Vale, sí, ya me lo veo. Me van a acusar de ventajista, pero la verdad es que no me importa, me gusta evolucionar y juzgar a la gente en la medida que ellos también evolucionan. Parejo no es el mismo que cuando llegó ni Celades tampoco es el mismo que cuando fichó por el Valencia. Este técnico se merece también una ovación enorme. Sus ojos, al finalizar el partido contra el Ajax y otorgando a sus jugadores todo el mérito del mundo, estaban llorosos. Y sus lágrimas fueron también las mías. Lágrimas inmensas.