No lo puedo evitar y no lo quiero evitar. Estamos viviendo en todo el mundo una situación especial que va a requerir la atención de todos mezclada con una tristeza terrible por todo lo que nos rodea y por el tremendo impacto que nos afecta diariamente en todas las facetas de la vida. Pero voy hacer un esfuerzo por abstraerme de todo para escribir sobre fútbol, que en estos momentos ocupa o debe ocupar una atención secundaria para todos. Sobre todo si, como parece, tampoco vamos a tener un Derbi este sábado que tenía su interés dadas las circunstancias del equipo de Albert Celades. En cualquier caso, si finalmente se juega sería a puerta cerrada, y el fútbol sin espectadores no deja de ser una tristeza enorme para todos los que sentimos que nuestro corazón pertenece en gran medida a este deporte de masas que también jadea con tristeza por la irrupción traicionera de este coronavirus, que nos afecta a todos y que a todos, de alguna manera, nos está condicionando la vida a una velocidad de vértigo.

Un Valencia optimista, alegre y metido de lleno en la pelea serviría en estos momentos complicados a la gente a ser un poquito más feliz, pero el equipo ahora solo transmite pesimismo, inseguridad. Da la impresión de que el equipo y el club, después de esta eliminación tan dura en la Champions, va a la deriva. Ahora bien, yo voy a hacer un esfuerzo y creer que estos jugadores eson capaces de sacarnos de la tristeza en que vivimos estos días, que La Liga sigue viva y se acabará disputando dentro de algún tiempo con normalidad y que la lucha por un puesto para volver a la Champions la próxima temporada todavía es posible para el Valencia.

El fútbol es así, es alegría y sentimiento. Un partido, al fin y al cabo, nos hace sufrir o disfrutar, pero nos llena, nos encanta, es entretenimiento. En cuestión de horas se decidirá si hay Liga, si hay Derbi aunque sea sin aficionados, y no logro quitarme la tristeza.