Estábamos todos en casa. Tranquilos. Cada uno haciendo esas cosas que siempre apetecen pero que nunca tienes el tiempo necesario para hacer. Y sí, se iba acercando la hora y yo me iba poniendo algo nervioso esperando un gran partido del Valencia CF, uno de esos partidos que te abren las puertas de Europa de puro merecimiento. Mi hijo Juan, valencianista como yo, tenía preparada una nueva camiseta del Valencia que le compró su madre y estaba dispuesto a estrenarla en el duelo contra el Leganés.

Así estábamos, dispuestos a pasar un buen rato jugando contra el penúltimo de LaLiga cuando, poco a poco, minuto a minuto, tuvimos la impresión de que el penúltimo era el Valencia en lugar del Leganés. Tal y como se estaba desarrollando el partido todo invitaba pensar que el Valencia iba a hacer de nuevo el ridículo en un duelo donde lo tenía todo a su favor y acabó siendo un partido altamente vergonzoso, merecedor del mayor de los insultos. El desastre era enorme y la imagen penosa y triste. ¿Y qué sucedió?

Viendo un partido vergonzante del Valencia CF en pleno domingo de julio, ocurre que mi hijo Juan se levanta de su posición, se aleja de la tele por donde vemos el partido y se va directamente a la por la Nintendo, aburrido del todo por ellamentable espectáculo que nos estaban ofreciendo de forma indigna los de Voro. Se jugaba mucho el Valencia, pero parecía que se jugaba mucho más el rival. Europa estaba en juego y el Leganés tenía prácticamente los dos pies en segunda división. Era, pero solo en la teoría, un equipo armado luchando por Europa contra otro equipo armado luchando por salvar la categoría.

Con una tristeza infinita acabó ese partido de Butarque en el que ver al equipo nos dio un bofetón en plena cara a todos los que de alguna forma queremos al Valencia CF. El ridículo fue espantoso y a mí no me quedó más remedio que felicitar a mi hijo por haber abandona a un vergonzante Valencia por unos juegos en la Nintendo que seguro que además le hicieron olvidarse del dolor. Y yo me quedé ahí, viendo el destarifo y pensando en el futuro. Sé que el Valencia es de Peter Lim. Y les soy sincero. A mí no se me ocurre nada en estos momentos que en el fondo pueda suponer un canto de alegría para el futuro. Estoy derrotado con todas las de la ley. Y triste por no atisbar una solución a corto plazo para este club.