"El verdadero lujo es el tiempo". Hemos oído esta frase tantas veces que ya suena a tópico (que no a mentira). Sin embargo, si extendemos su significado, dicha expresión deja de tener ese poso manido. Ante el mismo objeto decorativo, el mismo pañuelo o la misma manta, ¿cambia nuestra percepción si sabemos que está hecho a mano?, ¿si descubrimos, por ejemplo, que para bordar manualmente un vestido se necesitan, mínimo, cuatro manos y dos meses?, ¿o que los pespuntes de un bolso están perfectamente alineados gracias a un experto que lleva 50 años haciéndolo?

El tiempo que requiere el trabajo artesanal convierte las cosas meramente bellas en piezas de autor y, ahora sí, en un verdadero lujo. Porque lo artesano siempre empieza con maestría y termina con exclusividad, requiere calidad en los materiales y procesos y, a cambio, obtiene duración a prueba de épocas y modas. ¿No es eso, al fin, lo que define al lujo?