Pekín, año 2011. La cola para entrar a la tienda de una famosa marca da la vuelta a la manzana. Son las doce de la noche, pero al día siguiente la firma pone a la venta su nuevo bolso, de edición limitada, y todos quieren ser los primeros en colgárselo del hombro. Ahora o nunca. A los pocos meses el Gobierno chino prohíbe la exhibición publicitaria de objetos caros por su capacidad de “perturbar la armonía ciudadana e incitar a la corrupción”.