Sostiene Laura Falcó que, como lectora, le molesta que se vea venir el final de una novela. Y el lector que se enfrente a Amanecer de hielo (Edhasa) entenderá muy bien esa aseveración, porque si hay algo francamente inesperado es su desenlace. Pongámonos en escenario: una periodista se encapricha del hijo de un compañero de trabajo y, con determinación, se aventura a visitarlo a Alessund, Noruega, donde vive. Lo que ni Sandra ni nadie puede imaginar es que Eduardo ha sido asesinado y en el momento en que la periodista aterriza, él está atado de pies y manos en la cama con sus genitales en la boca. Sensible a imprevisibles quiebros y forjada en el género fantástico, Falcó firma su cuarto libro, una novela negra "de manual", con sus complicaciones, pero también con sus recompensas...