Me mareo en los barcos. Aunque no quiera y me esmere, la voluntad aquilatada para ser una tripulante digna, la biodramina media hora antes... de nada sirve. Sobreviene ese instante en que el balanceo quiebra mi equilibrio y tanta agua alrededor me emborracha, eso es perder el norte de vista. Por supuesto, he renunciado a grandes planes a lo largo de mi vida: navegar acompañando las regatas de Virgin Islands, el sumun del estilo sobre aguas turquesa, o surcar la costa de Capri en el yate Altaïr de Diego Della Valle...